Camilo Herrera Mora* | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Marzo de 2015

ASIMETRÍAS

¡Qué de-generación!

Hace unos meses, un joven piloto manejando borracho, mató a una familia en la Autopista Norte; meses después otro joven borracho golpea policías y les dice que “usted no sabe quién soy yo”, y finalmente, un deportista sobrio mata perro con una pistola porque se sentía amenazado. Situaciones que son síntomas de que hay un enorme problema de comportamiento en jóvenes bien educados, con oportunidades y seguramente de familias que les bridaron un buen entorno de crecimiento, donde el caso del deportista elimina la hipótesis del alcohol como generador de violencia principal. Estas últimas noticias nacionales nos dejan pensando mucho sobre la profundidad que puede tener el proceso de paz en la sociedad: mientras el Gobierno nacional hace enormes esfuerzos para encontrar una salida política al conflicto armado, algunos jóvenes de la actual generación demuestran que la paz está mucho más lejos que lograr el posconflicto.

El reto es enorme. Debemos generar una serie de políticas sociales que permitan transformar los comportamientos de las personas para que se relacionen de manera sana con la sociedad y las instituciones, y dejar atrás las excusas sobre la injustica de las normas, la corrupción de las instituciones e incluso la “importancia” de las diferencias socioculturales.

Esta generación -y muchas otras- han crecido bajo el mando del desapego a la ley y el irrespeto institucional, por diversas causas como el incumplimiento estatal, falta de autoridad moral de las autoridades o falta de oportunidades; esto ha construido un tejido social perverso que se fundamenta en que la ley solo se debe cumplir si hay un policía cerca que la exija, dejando que el concepto “hágale que no hay chupa” rigiera nuestra sociedad. Esta desvinculación a la ley hace que muchos colombianos actuemos como delincuentes porque la costumbre ha superado a la norma, y hemos desbocado la capacidad de las autoridades de regularnos, ya que la autorregulación ha sido abolida en nuestra cotidianidad. Vemos cosas simples como personas que para pasar la calle no usan los espacios demarcados para ello, hasta quienes evaden impuestos bajo la excusa de que se los roban.

Vivir en paz no es vivir sin la amenaza de la guerrilla, es vivir en una sociedad donde el reconocimiento de la diferencia significa aceptar que nuestras acciones afectan a los demás y que debemos comprender que nuestros derechos llegan hasta los derechos de los demás y que las leyes son un sistema de normas que nos regulan y que no porque creamos que estén equivocadas podemos incumplirlas. Es simple: cumplimos las normas, o nos toca poner un policía cada cuadra para vivir en el miedo a la autoridad, lo cual dista mucho de llamarse paz.

@consumiendo

*Presidente de Raddar