CARLOS ALBERTO ESTEFAN UPEGUI | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Julio de 2012

El túnel de la muerte

 

La doble calzada de Bogotá a Girardot luego de mucho esperar aún no está terminada; por supuesto habrá infinidad de razones para justificar la ineficiencia como ocurre en este país, sin que a cambio el Gobierno tenga la mínima consideración con los viajeros que por allí transitan, debido a la inseguridad vial a que se someten, expuestos a  señales de transito improvisadas que obligan recurrentemente al cambio de carril en medio de una gran confusión y sin las suficientes precauciones.

Por supuesto, los represamientos de vehículos a raíz de los cuellos de botella ocasionados por esta misma razón, son tan  peligrosos e interminables como es la congestión a la altura del “Boquerón” debido a las obras que se realizan desde la “Curva del Divino Niño” hasta el sitio denominado “la Nariz del Diablo", y que han obligado a habilitar el Túnel del Sumapaz en dos turnos de a media hora, uno de ida y otro de regreso, volviéndose también este episodio en una verdadera aventura.

Tanto así, que no estamos lejos y Dios no lo quiera, de convertirse en el túnel de la muerte por lo que pudiese llegar a suceder como consecuencia de las grandes velocidades y la imprudencia de quienes al habérseles concedido la vía, afanosamente tratan de adelantarse entre sí dentro del mismo túnel en un recorrido de más de 4 kilómetros, a pesar de los avisos que recomiendan no excederse de los 60 kilómetros por hora.

Todos hacen caso omiso, incluidos los choferes de peligrosos carro-tanques cargados de gasolina, con el altísimo riesgo de una virtual colisión que provocaría una tragedia de inmensas proporciones por la enorme probabilidad de provocar un incendio, cuyas llamas debido al proceso de combustión buscarían de inmediato los orificios de entrada y salida del túnel, llevándose de paso lo que haya de por medio, además del impacto en serie de los vehículos y su fatales consecuencias sobre los ocupantes.

Lo paradójico es que mientras esto sucede, los agentes de tránsito se encuentran lejos de ahí, en los tramos de carretera donde no hay peligro inminente, escondidos detrás de los matorrales, cual cazadores al acecho de su presa o cual atracador a la espera de su víctima, con un radar como niños chiquitos estrenando juguete y con cincuenta mil maneras de castigar al conductor, desentendidos totalmente de su función donde realmente se necesita.

*Exgobernador del Tolima