Hay que cambiar el Congreso
Cuando el ministro Vargas Lleras anunció el primer aplazamiento de la Reforma Judicial, en foro realizado en la Universidad Sergio Arboleda, le dijimos: “la reforma a la justicia que necesita Colombia, nunca se logrará por consenso”. Era el mejor momento para que el Gobierno se jugara su prestigio. Todos los intentos posteriores han estado colmados de mediocridad y fueron escenario para que actores menores de la política intercambiaran favores e intereses. ¡Hasta la desvergüenza! En defensa del Congreso argumentábamos que, si bien algunos de sus miembros erraban y delinquían, no se conocía acto legislativo o ley que no mereciera el acatamiento general. No alcanzamos a imaginar el abuso de poder de los conciliadores de la Reforma Judicial, convertida en desmesurado desatino, que rechazó el país por unanimidad. ¡Una institución que produce tremendo espantajo, hay que cambiarla de los pies a la cabeza!
Colombia adoptó el bicameralismo a semejanza del régimen norteamericano, y esa estructura nunca ha sido suficientemente cuestionada. Creo que es hora de hacerlo. Por ejemplo, el doble trámite a las leyes o los 8 debates para las reformas constitucionales, que tenían su justificación en la incomunicación del siglo XIX, hoy resultan anacrónicos. Además, no ha sido posible diferenciar sustancialmente el accionar de las dos Cámaras, lo que ha conducido al denominado “bicameralismo perfecto”: dos organismos “espejos”, con igual organización y configuración. Es decir, sobra una.
Para hacer eficiente nuestro cuerpo legislativo se hace necesaria una cirugía en el propio corazón del sistema. Proponemos la Cámara Única, con amplia representación política. Y moderna. Como los legisladores requieren información veraz y actualizada sobre el entorno social y económico, la informática nos ofrece la posibilidad de contar con esos datos en la toma de decisiones, facilitando la participación ciudadana y la democratización de las comunicaciones. “La geografía de la democracia debe acompañar a la geografía de la modernidad”,decíaSartori.
Una sola Cámara, democrática y moderna, sería un avance en nuestro desarrollo político. La potestad de objeción del Ejecutivo y el control constitucional de la Rama Judicial, son mecanismos eficaces contra los abusos a que pueda dar lugar una pretendida omnipotencia. Y la demostrada influencia de las redes sociales, de los medios y, a través de ellos, la opinión pública, son suficientes muros de contención.
El cambio debe ir al origen de los problemas (elecciones) y adecuarse al siglo XXI (modernidad). Es urgente abolir la circunscripción nacional, campo propicio de la corrupción. Los Partidos deben elaborar listas cerradas, previa consulta interna, asumiendo, así, toda la responsabilidad y con la facultad de adicionarlas con figuras destacadas y transparentes. Esto implica el fin del voto preferente, por su naturaleza, transitorio.
Cámara Única, circunscripción departamental y derogar el voto preferente, para así cambiar al Congreso colombiano. ¿Vía? Referendo Aprobatorio, en la primavera colombiana como lo plantea el Director de El Nuevo Siglo.