El domingo 26 de agosto próximo, supuestamente, los ciudadanos opinarán acerca de las 7 preguntas que se les formulan con el fin de que se asuman normas enderezadas a corregir actitudes corruptas en el manejo de la cosa pública.
La consulta popular está prevista como mecanismo de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía, según lo dispone el artículo 103 de la Carta. Se trata de una pregunta de carácter general sobre un asunto de trascendencia nacional sometida por el Presidente de la República, a consideración del pueblo para que éste se pronuncie formalmente al respecto. Su decisión es obligatoria. En todo caso la pregunta formulada debe obtener el voto afirmativo de la mitad más uno de los sufragios válidos, siempre y cuando haya participado no menos de la tercera parte de los electores que componen el respectivo censo electoral.
Pues bien, frente a la metamorfosis que está sufriendo el statu quo del país, a partir del cambio de gobierno y el futuro que se anuncia con respecto al orden público y, especialmente, en lo que tiene que ver con la consolidación de la paz, alterada con la persecución que se ha iniciado contra los líderes sociales que reclaman la transformación de las bases fundamentales del sentido de la organización política de la nación, esa consulta solo servirá para exaltar los ánimos y, esencialmente, por la campaña que en las redes sociales se hace para boicotearla, propaganda que en el fondo tiene un gran sentido de intereses politiqueros, pues no se trata sencillamente de reducir la remuneración de los congresistas, el interés profundo es el de sostener el régimen para que el monopolio del poder popular continué en manos de las elites que tradicionalmente lo han detentado.
Si el debate de la consulta popular no se hubiera promovido con un sentido vindicativo y si más bien en orden a plantear una cuestión elemental en la conciencia popular, seguramente que los electores se verían entusiasmados en dar la respuesta. Pero lo cierto es que a pesar del apoyo que el Senado le dio al cuestionario, popularmente se está sugiriendo que es un combate entre facciones y cada una está promoviendo su campaña para que el resultado sea negativo. Así como fracasó el plebiscito por la paz, igual ocurrirá en este evento.
Será, pues, un desperdicio de tiempo y de presupuesto, pero en últimas un motivo más para dividir al país ahora con la bandera arribista que se siente triunfadora y avivada incondicionalmente por el Dux Iván, que desde ya está promoviendo un conflicto internacional al declararle la guerra a Venezuela, obedeciendo las instrucciones de su jefe. Entre tanto ya se advierte que la masa popular se organiza para protestar por la “guerra civil” que se está desatando para desvirtuar el acuerdo de paz que tanto esfuerzo le costó al gobierno que se arruina el próximo 7 de agosto.