Mauricio Vargas, destacado escritor y columnista, refiriéndose a los ministros y otros poderosos en el gobierno de Gustavo Petro, hizo un concienzudo recuento de “la desvergüenza con que altos funcionarios usan y abusan del poder”, comenzando por las onerosas compras de televisores y sabanas de lujo para la Casa de Nariño, donde habita el presidente, continuando con los maniáticos y costosísimos excesos de Francia Márquez, la vicepresidenta. (El Tiempo, julio 16).
A esto se sumó el rampante nepotismo de algunos ministros quienes, sin ningún reparo, tienen parientes colocados en el gobierno u “ordeñando” contratos, como fue Irene Vélez, minminas, quién finalmente renunció, por sus múltiples escándalos y desafueros; Guillermo Jaramillo, minsalud, a quien no incomoda que su mujer Beatriz Gómez encabece la dirección de Supersalud, entidad directamente ligada al ministerio, y otros tres ministros, Ricardo Bonilla, minhacienda, Gloria Inés Ramírez, mintrabajo, y Aurora Vergara, mineducación, cuyos cónyuges o hijos tiene contratos con el gobierno.
Vargas olvidó contar sobre el “sabroso” contrato del que goza Nerú, el masajista y maestro de mapalé, con quien la primera dama se regocija. ¿Otro abuso más?
Mientras Petro, su mujer y la vicepresidenta derrochan el dinero de nuestros impuestos, y un buen número de los ministros del “gobierno del Cambio” se burlan del pueblo colombiano con su nepotismo con olor a corrupción, Colombia sufre una de las peores rachas de inseguridad y violencia de las últimas décadas. Sin embargo, Petro desvergonzadamente declara ante el Congreso, el 20 de julio, que ya terminó la guerra. ¿A quién pretende engañar con esta colosal mentira?
Repasemos algunas cifras alarmantes: entre el 1 de enero y el 5 de mayo de este año, o sea en cinco meses, han ocurrido 213 femicidios, o sea, ¡213! mujeres han sido asesinadas, muchas de ellas por familiares o conocidos de las víctimas.
Hubiera sido mejor que los millones gastados por Francia Márquez en su absurdo e inútil viaje al África, se hubieran destinado a organizar campañas, talleres educacionales y grupos de apoyo para las mujeres en peligro, inclusive creando hogares de paso donde ellas se puedan refugiar.
Igual ocurre con los asesinatos de los lideres comunales, y las amenazas contra los alcaldes de los pueblos y sus familias, crímenes que aumentan a diario. Estos hombres y mujeres desesperadamente claman por recibir protección del gobierno, sin tener respuesta; desconcertados aseguran que Petro fue a sus pueblos durante su campaña presidencial y prometió darles protección, y ahora, como presidente, “ni les pasa al teléfono”.
Y ¿qué decir de los constantes ataques contra los militares?
¿Cuántas mujeres, cuántos lideres comunales, cuántos alcaldes y soldados deben morir para que el gobierno ponga atención a lo que está ocurriendo y les dé la protección debida?
¿Por qué el silencio de la prensa internacional, de diarios como el New York Times y El País, en España, que afilaron sus artículos en contra de gobiernos anteriores, pero hoy están mudos ante los excesos del gobierno del exguerrillero izquierdista? Hoy, vergonzosamente, se hacen los sordos, ciegos y mudos, ante el aterrador aumento de la criminalidad y la corrupción en Colombia. ¡Que doble moral! Cuánta descarada desfachatez de sus columnistas, predicadores con agendas políticas parcializadas.
Crimen en las ciudades, pueblos, territorios y carreteras. Vamos hacia una narco nación acorralada por los violentos, mientras el gobierno de Petro pasa “sabroso”.