De la falta de apetito a la anorexia | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Abril de 2020

“Se ha hecho poco por empresas ‘no pymes’”

Una encuesta reciente de la Andi da cuenta que al conjunto de las empresas interrogadas apenas les queda caja para seguir pagando sus nóminas por 42 días. Otras encuestas salidas esta semana de la Cámara de Comercio de Bogotá y de Confecámaras llegan a conclusiones similares. Esta situación seguirá agravándose a medida que se prolongue la crisis y la cerrazón de la economía.
Los bancos tienen entonces la llave de la solución o el candado del fracaso empresarial en las cruciales semanas que se aproximan. Es, probablemente, el problema más delicado que afronta la política económica y social del país en este momento.
Esto que está aconteciendo es, por lo demás, típico de una fuerte recesión que comienza a mostrar sus garras: cada quien inicia una carrera desesperada para buscar atesorar caja. Y nadie le quiere prestar un centavo a nadie.

El Gobierno ha desplegado hasta el momento un abanico importante de medidas en lo que se relaciona con las pymes (grandes, medianas y pequeñas): básicamente fortaleciendo el fondo de garantías y aumentando fuertemente los porcentajes que se pueden garantizar en los créditos que las pymes soliciten a la banca para nóminas y capital de trabajo.

El Banco de la Republica se ha movido también de acuerdo con lo que ordenan los cánones de los bancos centrales ante estas circunstancias: aumento de la liquidez de la economía; reducción de las tasas de interés y de los encajes. Y muy importante: aceptó que los bancos que recurrieran a sus ventanillas de liquidez podrían llevarle como garantías aceptables para el redescuento obligaciones suscritas por el sector privado.

Pero en cuanto se relaciona con las empresas “no pymes” se ha hecho muy poco. Y mientras tanto, las fatales manecillas de las bombas de tiempo que advierten las encuestas de la Andi de Confecámaras y de la Cámara de Comercio de Bogotá continúan con su tic-tac amenazante.

Los bancos se están moviendo activamente, eso sí, refinanciando la cartera vieja que tienen contraída con su clientela. Es decir, están aumentando el plazo de pago y más o menos (aunque hay vergonzosas excepciones) les están manteniendo a los clientes las tasas de interés que tenían estipuladas. Pero de ahí no pasan.

Es decir, prácticamente no están otorgando crédito nuevo. Con lo cual las empresas no pymes no están recibiendo dineros frescos. Es como si a un enfermo en la sala de cuidados intensivos (para utilizar el lenguaje de moda) se le cierran súbitamente las llaves del suero.
Esta situación no puede mantenerse. Y es inaceptable desde todo punto de vista.

Los voceros del sistema bancario alegan que frente a la crisis que se adivina en el horizonte han perdido el “apetito” para otorgar créditos nuevos que se traduzcan en dinero fresco. Aducen que como la perspectiva general se ha degradado el riesgo les ha aumentado si conceden nuevos créditos. Y es cierto.


Pero si los bancos no corren un nivel de riesgo mínimo en las circunstancias actuales (otorgando nuevos créditos a las empresas no pymes que usualmente tienen garantías aceptables y amplias para respaldar sus deudas), lo que va a suceder es que asfixiarán a sus clientes. Y de nada servirá que les hayan refinanciar obligaciones viejas.

El Gobierno debe actuar para que esta situación no se profundice. Hay que reabrir cuanto antes los canales del crédito a todo el espectro empresarial y no solo a las Pymes. El fondo de garantías puede ayudar inmensamente pero los bancos deben aportar una dosis de esfuerzo propio. Ya se les bajaron los encajes. Ya el banco de la República les acepta obligaciones originadas en obligaciones del sector privado como garantía en los redescuentos.

Quizás algunos crédito sectoriales pueden recibir ayudas estatales para subsidiar las tasas de interés cuando esté de por medio la creación o el mantenimiento de empleos. Como sucede con los créditos de vivienda Vis. Fue también acertada la inversión forzosa que se impuso a los bancos con la posibilidad de invertirla en papeles de deuda pública denominados “bonos de solidaridad”.

Pero la llamada “falta de apetito” del sistema bancario para asumir alguna porción de riesgo ante esta descomunal crisis que vive el país, no puede servir de excusa para no prestar. El sector financiero tiene responsabilidades que no puede soslayar. De lo contrario su falta de apetito se convertirá pronto en “anorexia” de sus clientes, y éstos comenzarán a morir de inanición