De las buenas maneras | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Abril de 2017

Dicen por aquí, por estas latitudes, que una de las cualidades del ser humano que tiene que ver con sus semejantes, idea que casi es una redundancia porque solamente los eremitas, anacoretas, ermitaños o penitentes que son quienes viven absolutamente solos, no tiene porqué someterse a reglas que hacen que la convivencia sea llevadera, amable y amistosa. Estas reglas tienen que ver con ciertos modelos de conducta que hace que la vida sea amable entre quienes conviven dentro de un mismo techo. Las buenas maneras contienen reglas que admiten toda suerte de variaciones.  No gritar si el volumen de la voz no es indispensable, debe ser una de las normas de conducta colectiva. Mantener la discreción en todos los actos, constituye una buena medida para hacer que las relaciones entre unos y otros sean cordiales. No hablar mal de sus semejantes aunque se tengan razones fundadas para hacerlo, no es otra cosa que la difamación.

El espíritu de cuerpo que equivale a la solidaridad con los de su propio grupo especialmente en frente a terceros o a personas que no lo son,  es también algo que se debe ejercer y practicar.  Con los de uno con la razón o sin ella enseñaron los mayores.  Es un poco ciega esta advertencia pero hay que tenerla en cuenta. En materia política bien parece que todo es válido; de ahí que quienes no lo son (políticos) se extrañan y se espantan cuando saben de las cosas horribles que se dicen.  Existe  un código de ofensas con valor entendido que no permite que se disgusten unos con otros. La experiencia en nuestro país es que esta clase de ofensas y agravios cuando suben de tono generan innecesaria violencia verbal y física. En fin, aun en esas confrontaciones deben mantenerse la compostura, las buenas  maneras, la discreción, la mesura, la prudencia, la sensatez y todas las virtudes si así se pueden llamar el respeto hacia los demás. Promover esta clase de conducta puede entenderse como  arar en el desierto. Ni hay tierra, ni agua, ni abonos que permitan que las plantas germinen, crezcan y se desarrollen. La condición humana es una; razón tenía el gran pensador que dijo que el ser humano nace bueno, pero por el contacto con sus semejantes en la vida  deja de serlo.            

Con espíritu patriótico, bien se puede pensar que los políticos, especialmente aquellos en quienes la ciudadanía ha depositado su confianza particularmente a quienes se  les ha encargado la dirección de la nación, están inspirados con los mejores deseos de acertar. Nos obligarían a cambiar nuestra manera de pensar y de apreciarlos si llegáramos a la convicción que no se contentan con manifestar sus observaciones dentro del país, sino que tienen necesidad de ir a otros lugares a poner la queja.  La falta de libertades ciudadanas sería una conclusión lógica si existe la certidumbre que aquí no lo puede hacer.  No parece ser de buenas maneras políticas expresar las quejas ante el vecindario.