Con Paulina Vega, en 2014, Colombia obtuvo su segunda corona de Miss Universo y desde que en 1992, con Paola Turbay, hemos obtenido seis virreinatos, inclusive el de este año. Colombia tiene mujeres hermosas. Aunque prefiero decir que las colombianas son inteligentes como la característica primordial de nosotras. Pues resulta que las venezolanas también son muy bonitas y muestra de esto, son las siete ganadoras en la historia de Miss Universo, triunfo que en Colombia nos preguntamos cómo han hecho para lograrlo tantas veces. Asumamos que por bonitas.
Con Venezuela compartimos esa cercanía demográfica. Nos une el pasado porque el origen de nuestras naciones está íntimamente ligado con el Libertador Simón Bolívar, quien nació en Caracas y murió en territorio colombiano, en Santa Marta. También hay que decir que nuestra geografía es bastante similar, el clima, los recursos naturales, la gente y hasta el hablado. Recuerdo que cuando era niña, en las reuniones familiares se hablaba de lo boyante de la economía venezolana. De los lujosos carros en Caracas y las autopistas modernas que obvio (aún) no existen en Colombia. Alguien conocía a alguien, que había decidido cruzar la frontera buscando un mejor futuro. Las economías de los dos países eran cercanas y las empresas binacionales contaban con las compras del vecino para mantener sus balances comerciales en un buen estado. Pero todo eso cambió.
Cualquiera puede afirmar en este momento que ha sido atendido en algún establecimiento comercial por un venezolano en Bogotá, Pereira o Cali. La migración cambió de dirección. Ahora el futuro se busca en un país que nunca ha contado con una reserva inagotable de petróleo, sino que a punta de esfuerzo, empuje y emprendimiento de su población, ha logrado mantenerse a flote. Después de múltiples cierres de la frontera con Venezuela sufridos en Norte de Santander, Arauca, la Guajira y Cesar, los empresarios colombianos aprendieron que la incertidumbre no era un buen negocio y prefirieron a migrar hacia otros mercados y otros productos, en búsqueda de mayor estabilidad.
Sí, tan parecidos y tan diferentes. Porque desde que llegó Hugo Chaves al poder y su sucesor Nicolás Maduro, en Colombia nos creemos muy distintos a los venezolanos. Con algo de sobradez, declaramos que jamás nos pareceremos a nuestro vecino, y con esta proclama recibimos con una extraña benevolencia a los inmigrantes que ahora duermen en los parques de las calles de Cúcuta.
Yo nunca he creído en la teoría del castrochavismo. Me parece exagerada, una de esas posverdades para distraer incautos a punta de miedo. Pero hace unos días y con estos argumentos de las similitudes expuestas alguien me dijo, “¿y es que usted cree que nosotros nos parecemos más a los nórdicos o a los suizos?”. Y va uno a ver y no. Nos parecemos a los venezolanos. Y ellos a nosotros.