No hay nada más miedoso que la gente asustada. Ni más peligroso que la incertidumbre de no saber de dónde provienen los males que nos aterran o cómo es que debe enfrentarse eso o esos que nos asusta por desconocido o desconocidos. Y el asunto es peor cuando el miedo se masifica, porque, como dicen en los pueblos, la gente asustada es peor que el ganado, por “donde se bota uno, se van todos”.
Don José Ortega y Gasset se refirió a ese tema del peligro del “hombre-masa”, ese que ha sido vaciado de su propia identidad histórica e individual para ser asumido por la masa o la muchedumbre que actúa como una sola. Tal cual como el ganado, u otros mamíferos cuando aterrados corren en estampida para huir de lo que los asusta.
Martha C. Nussbaum señala en una de sus obras que “todas las democracias modernas tienen miedo” y que ese miedo es mayoritariamente a la diversidad religiosa, pero en general es hacía todo lo diferente o lo desconocido. Y qué hay más desconocido que todas esas enfermedades raras o nuevas que cada vez con mayor frecuencia aparecen en el planeta. Desde la peste bubónica, hasta la gripa española, pasando por la AH1N1, la gripe aviar y el SIDA, hasta el coronavirus que la OMS rebautizó como Covid-19, cada epidemia o pandemia que aparece no solo saca lo mejor de la especie humana, sino también lo peor.
El Covid-19 (Coronavirus) ha desatado una epidemia de xenofobia en contra de los ciudadanos asiáticos. Como para los occidentales todo el que tenga ojos rasgados es “chino”, tener ese rasgo físico es hoy motivo de segregación. Rusia ha prohibido expresamente la admisión de ciudadanos de esa nacionalidad y en otros países se advierten medidas en el mismo sentido. Hasta en Bogotá se han mostrado preocupados, entre chiste y chanza, por la llegada de los ingenieros y trabajadores chinos que dirigirán las obras del metro de la ciudad.
Recientemente en Ucrania, las autoridades de ese país tuvieron que usar sus fuerzas antidisturbios y ponerle escolta a los ciudadanos dominicanos y de otras nacionalidades latinoamericanas que fueron acogidos en ese país luego de ser evacuados de Wuhan (China), pues los vecinos del poblado (Novi Sanzhari) donde pasarán la cuarentena en un hospital militar, armaron barricadas y la emprendieron a piedra contra los evacuados a quienes acusan de traer la enfermedad.
En Bogotá se presentó una vergonzosa y parecida situación en 1993 cuando los “vecinos” del barrio La Patria de Bogotá, después de muchas acciones de hecho, decidieron formular una tutela contra dos casas de acogida para enfermos de Sida que la comunidad de los sacerdotes Eudistas mantenía en ese barrio. El miedo al contagio era doble. De una parte de homosexualismo y, de otra, del VIH, del que también temían infectarse. La Corte Constitucional desechó la tutela porque el virus “no se transmite por contacto social o cotidiano, ni por vecindad, ni por el aire”.
A diferencia, el miedo y el odio sí se transmiten por influencia social o por vecindad.
@Quinternatte