“Hay que hacer veeduría rigurosa a lo que se firma”
Hoy no escribo sobre el Coronavirus. Ya se podrá analizar con perspectiva lo que está sucediendo más adelante. Al escribir estas líneas el dólar sobre pasa la barrera de los $ 4 mil y el precio del crudo anda por US30 el barril. Todo está en ebullición en la que parece ser una de las crisis más profundas de la humanidad de los últimos tiempos.
Hoy me referiré a algo más simple: la predilección del gobierno para firmar pactos. Vivimos en lo que podría llamarse el “Estado pactista”.
El gobierno Duque ha resultado especialmente entusiasta en firmar pactos aquí y allá. El 5 de agosto del año pasado, como lo recordó recientemente una editorial del periódico Portafolio que tituló “No más pactos”, el Gobierno suscribió doce pactos con diversos sectores económicos, que comprometieron a 45 gremios y a 60 entidades del sector público.
En esta primera ronda se anunció que para 2022 se generarían 850 mil nuevos empleos y se aumentaría la producción nacional en $13.4 billones por el sector productivo firmante. Las exportaciones, se dijo, pasarían de US6.7 mil millones a más de US10mil millones en 2022.
A finales del mes de enero del presente año se firmó una nueva ronda de pactos con otros 10 sectores económicos, entre los cuales estaban las frutas, lácteos, farmacéutico, palma, pesca y agricultura, agroindustria de caña de azúcar, minería, hidrocarburos y energía.
Esta segunda ronda de pactos aumentó a 110 el número de gremios comprometidos, y las metas que se fijaron para el 2022 corresponden a $57 billones en productividad y 1.1 millones de nuevos empleos.
Como puede verse, por virtud de las dos rondas de pactos se anuncia la creación de cerca de 2 millones de empleos en los próximos dos años. Una meta asombrosamente ambiciosa que ojalá se cumpla. Pues las últimas cifras de desempleo que divulgó el Dane son las más altas de los últimos 8 años. El desempleo alcanza el 13% que es el guarismo más elevado que se ha registrado desde 2011.
Como si fueran pocos los pactos mencionados, el nuevo ministro del trabajo en una de sus primeras declaraciones públicas anunció que se disponía a promover en las próximas semanas un gran “pacto” nacional sobre el empleo.
Este entusiasmo pactista del que hace gala frenéticamente el gobierno hay que aplaudirlo. Y ojalá funcione. Pero no basta con firmar pactos por todas partes. Alguien tiene que hacerle el seguimiento a estos compromisos y dar fe pública sobre la manera como se están cumpliendo. De lo contrario no pasan de ser anuncios y documentos que terminan en los anaqueles del olvido.
Alguna oficina de la Presidencia de la República debería recibir el encargo de presentar, por ejemplo cada mes, un informe detallado y fidedigno sobre la manera como se esté comportando esta febril catarata de pactos.
No estoy contando acá las cerca de 20 mil propuestas que se han presentado hasta el momento en el marco de la “conversación nacional” que, como se sabe, va hasta hoy 15 de marzo. ¿Qué va a hacer el Gobierno con estas 20mil propuestas que seguramente ascenderán a 30 mil antes de terminar las rondas de conversaciones?, y ¿Qué va a suceder con los acuerdos a que se llegue con el llamado “comité de paro”?
El entusiasmo pactista es plausible, pero no basta con firmar pactos. Hay que hacer una veeduría rigurosa a su cumplimiento. O a su incumplimiento. Pues mucho me temo que habrá de uno y otro.
No hay que olvidar por último que el gran pacto que rige las relaciones entre un gobierno y la sociedad consiste en el cumplimiento riguroso de la Constitución y de la ley. Cuando se cumplen a cabalidad una y otra no se necesita de tantos y de tan pomposos pactos.