En la democracia, el poder reside en el demos, es decir, en la gente; por ello, todo lo que pase con ella nos afecta a todos los habitantes de una nación y es además, un problema que se analiza desde la geopolítica; no sucede solo en Colombia, es cuestión de globalización política. Ya se levantan voces autorizadas que advierten que vivimos un momento donde la democracia, como sistema político, para el ejercicio y control del poder, se encuentra fatigada.
El poder se articula a través del derecho. Es lo que llamamos un Estado de Derecho; pesos y contrapesos, entre las ramas del poder, que recíprocamente se controlan.
Es cierto que en Latinoamérica se mantienen las elecciones; salvo Cuba, Venezuela y Nicaragua, que no celebran elecciones libres, los demás países si lo hacen. Panamá las realizará en mayo, luego viene Nicaragua, México en junio, luego Uruguay, de mejor o menor calidad, pero hay elecciones.
Sin embargo, los síntomas de crisis democrática se podrían resumir en las siguientes premisas:
Hay malestar de la gente con la política, hay conciencia de desigualdad y las instituciones son vistas con desconfianza y la corrupción ha cansado a las sociedades; hay sociedades cansadas y lo proyectan en la política.
La representación política está en crisis. El presidencialismo en Latinoamérica no es el mejor escenario. Como forma de gobierno, se monta sobre dos ideas, separación de poderes, y elección de un individuo que es el titular del poder ejecutivo, incita a la idea de la personalización de la política, no se escoge una idea, un programa, un propósito, sino un individuo. Su cara, su imagen, quien gana se lo lleva todo y no tiene en cuenta, la pluralidad de la sociedad; distinto ocurre en el sistema parlamentario que se basa en un pacto; también tiene problemas, sin duda, pero gran parte de la crisis de la política latinoamericana tiene que ver con el presidencialismo.
La crisis de ellos partidos políticos es manifiesta; ya nadie se identifica con ellos, padecen del mal de la fragmentación, cada vez son más y ello se ha agudizado en los últimos quince años.
No escapamos a la crisis universal de la democracia; basta mirar lo que sucede en nuestro país, para confirmar que nos encontramos en una democracia fatigada.
El Presidente es Jefe de Estado y debe liderar la colaboración armónica entre las diferentes ramas del poder público para lograr los fines del estado, pero hace lo contrario.
Por ejemplo, con la elección de Fiscal; el Presidente reclama su derecho a ternar y que de dicha terna se elija el Fiscal General. Desde su cuenta X insta a la protesta contra la Corte Suprema de Justicia.
Graduó a la Corte Constitucional en la oposición, por sus fallos, contra la reforma tributaria y la emergencia en la Guajira. El Consejo de Estado fue acusado de estarle quitando los votos al Pacto Histórico, por cumplir su deber frente a las acciones electorales.
Con este tipo de posturas, el Estado de Derecho queda en veremos y la democracia en crisis.