Siempre he creído que el día sin carro es un adefesio (“cosa fea, ridícula y extravagante”). No trae ventajas para nadie y sí muchos problemas. Como método educativo es como pegarle a un niño con una regla en la mano porque no sabe escribir. Y sus efectos en lo que se refiere a la contaminación por carbono son deleznables. Me imagino que cuando se discutía la idea alguien dijo: “¿y los ancianos y discapacitados?” y el autor respondió: “que cojan silla de ruedas o ambulancia”.
En mi caso, la estación más cercana del SITP queda a cinco cuadras en una calle con una pendiente del 10% y la estación de Transmilenio siete cuadras más abajo. Los taxis son insuficientes y los uber son cada vez menos porque la policía, a falta de mejor oficio, los persigue. Probablemente el alcalde llegó a su oficina, por supuesto después de la foto, en camioneta blindada porque no me lo imagino en pantaloneta, casco y zapatos tenis atendiendo su trabajo en el despacho.
Pero esta ridiculez tuvo una ventaja: excepto en las arterias principales donde rugen los motores diésel de los Transmilenio y las busetas, el silencio era maravilloso (después de las 7:00 am porque antes los ruidosos son los buses de los colegios). ¿Y qué? Pues que eso muestra el fracaso de las políticas públicas del alcalde en materia de transporte. Si los carros y los buses fueran eléctricos el silencio sería maravilloso.
En cuanto a la contaminación, ésta nubla el cielo y produce lluvia ácida, aunque no nos demos cuenta. El azul que se ve algunos días tiene la misma porquería del carbono que arrojan los motores de combustión.
El alcalde desperdició, por capricho porque para un hombre inteligente no hay otra explicación, la oportunidad de electrificar el sistema Transmilenio y nos metió buses diésel por otros diez o veinte años. Y, por si fuera poco, va a crear nuevas troncales incluso llevándose de calle (la palabra tiene doble sentido) la tradicional carrera séptima. Usarán diésel estándar europeo V o VI, que es el que en Europa están retirando.
Una de las pocas cosas buenas de Petro fue un decreto que dictó al final de su mandato que ordenaba que la reposición de taxis se hiciera por vehículos eléctricos. Peñalosa, que tiene una fijación antieléctrica, lo derogó.
En Medellín ya empezaron a reemplazar los buses por eléctricos y recordemos que tiene metro y tranvías y cables -no una sino cinco líneas-, como el que se acaba de inaugurar en Bogotá con gran parafernalia. Y en Santiago han reemplazado ya doscientos buses por eléctricos. Los buses recorren 450 kms y se recargan en tres horas. Y no contaminan ni operan con diésel importado, ni hacen ruido.
Hay que recordarle al alcalde que Jaguar tiene un vehículo eléctrico con autonomía de 480 kms. y recarga en menos de una hora; que por políticas de Estado, hoy en Noruega más del 10% de los carros son eléctricos y son los que más se venden; y que en Londres circulan buses eléctricos de dos pisos Volvo -la marca que tanto le gusta a Peñalosa-. De manera que no son ciertos los argumentos de que los motores eléctricos no funcionan para transporte público. Decir que solamente hay un fabricante chino y que no tiene calidad probada es cuento… chino.
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Coda: Como el Plan de Desarrollo menciona elogiosamente y con razón los logros del gobierno de Uribe, todos los mamertos con Benedetti a la cabeza se rasgan las vestiduras. Son los viudos de Santos y de la mermelada.