DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 18 de Agosto de 2011

El argumento de Judas


“En nuestros días trae una clara intención antirreligiosa”


LAS  protestas que se oyen en España, a propósito de la visita del Papa para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, no son nada nuevo. Se repiten en muchos países antes de cualquier evento importante, en especial si tiene un significado espiritual, y con más vehemencia si, de alguna manera, se relaciona con el catolicismo.


El argumento central es el preferido de Judas Iscariote, según lo narran los Evangelios. San Juan, por ejemplo, relata en el capítulo 12, versículos 1 y siguientes: “Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaba con Él a la mesa. Entonces María, tomado una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”
Los enemigos de esta visita del Papa piensan sólo en los denarios. ¿Cuánto cuesta? Y enseguida viene la retahíla que acompaña al argumento para ambientarlo a los temas locales. En Madrid ya lo mezclaron con los precios del transporte urbano. Hace poco, con ocasión de un viaje a Inglaterra, volvió a repetirse el episodio y los organizadores, algo impresionados, decidieron que los asistentes a algunos actos pagaran unos pocos peniques para ayudar a la financiación. ¿Satisfechos los críticos? Ni de lejos. Se pasaron al otro extremo y su reacción fue instantánea, inesperada y agresiva: “¡Es el colmo cobrar por entrar a lugares de encuentro con el Pontífice!”, rugieron.


Queda demostrado que la versión moderna del alegato de Judas encierra motivaciones distintas. Lo cual no debe extrañarnos, porque así fue desde el principio, según lo observa San Juan cuando descubre las intenciones del Apóstol traidor, en la unción de Betania: “Pero no decía esto porque les preocuparan los pobres -anota San Juan- sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa se llevaba lo que echaban en ella”.


En nuestros días, el argumento trae una clara intención antirreligiosa y particularmente anticatólica, de un extremismo pasado de moda y un laicismo perseguidor, que las sociedades contemporáneas habían abandonado casi del todo. Dios quiera que los rezagos que brotan de vez en cuando pasen pronto, para que las democracias modernas no terminen víctimas de una trasnochada epidemia de sarampión anticatólico. Sería como empezar otra vez los enfrentamientos por motivos religiosos e iniciar nuevas persecuciones, aplicando la doctrina Nerón.


Independientemente de su aspecto espiritual ¿cuánto significa esta visita papal y la Jornada de la Juventud para una nación, en los aspectos puramente social y económico? ¿Y cuánto más mientras bordea una crisis? ¿Cuánto le representa la presencia de jóvenes de todos los rincones del mundo en estos momentos? ¿Cuántos denarios? Con toda seguridad muchísimos más que los costos inflados que citan los energúmenos vociferantes.


Y, a propósito, ahora que el Mundial Sub-20 demostró nuestra capacidad para organizar eventos internacionales de gran envergadura y comprobó el comportamiento ejemplar y la hospitalidad de los colombianos, es hora de organizar una de las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud.