Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Marzo de 2015

DESARME INTERIOR

Desminar el proceso de paz

Dos buenas noticias reviven las esperanzas en el proceso de paz: el desminado convenido con las Farc y la inclusión de sectores críticos, anunciada por el presidente Santos.

A estas alturas, parece que ya el Gobierno y las Farc comprendieron que el desencanto de la mayoría del país con el proceso, no tiene que ver con la oposición, ni la polarización política, sino, simple y llanamente, con la confusión del mensaje, que se origina al excluir la opinión de los colombianos. Nunca creyeron que fuera necesario hacer coincidir el decir y el hacer, sobre todo cuando se trataba de la opinión pública nacional, mientras la propaganda internacional fuera exitosa.

La falta de coherencia entre lo que se piensa en La Habana,  lo que  dicen las Farc y lo que hace el Gobierno, es la radiografía de una comunicación esquizofrénica.

El Gobierno dice que  no se les debe creer al pie de la letra a los comunicados de las Farc porque “nada está acordado hasta que  todo esté acordado”, y mientras este lado de la mesa solo ve y promueve lo que quiere ver: el punto de llegada, quizás, como una manera de presionar internacionalmente a las Farc, estas se concentran en las ganancias que sacan a cada paso.

Para la muestra un botón: cuando el Presidente anunciaba, en televisión, la suspensión de los bombardeos, como una especie de concesión o reconocimiento al cese el fuego unilateral decretado por las Farc, la noticia siguiente mostraba a Iván Márquez notificando, ante parlamentarios ingleses, que no pagarían ni un solo  día de cárcel.

Hay que “andar en verdad” como decía Santa Teresa de Jesús, de quien se celebran, por estos días, los quinientos años de su nacimiento. Para lograrlo es un buen reinicio incluir a los colombianos y escucharlos como la parte más importante del proceso, y entre ellos, prestarles atención  en primer lugar a las víctimas, sinceramente, sin manipulaciones que busquen  alinearlas a intereses políticos concretos. Al fin y al cabo se trata de nuestra paz y, por eso,  debemos vernos tal cual somos y desminar la política, para que la palabra deje de ser estrategia engañosa, que nos exponga a caer en una trampa. Tenemos derecho a decidir sobre nosotros mismos.

La estrategia volcada totalmente sobre la política o “propaganda” exterior, nos puede convertir en rehenes de los intereses de otras naciones. Nuestros aliados coyunturales protegen, en primer lugar, sus propios objetivos geopolíticos.

No podemos, por ejemplo, en relación con Venezuela, estar dando giros de 180 grados, con tanta ligereza. En medio de las mismas circunstancias antidemocráticas, pasaron de ser los “aliados del terrorismo” a transformarse en nuestros “mejores nuevos amigos” y ya vamos camino de convertirlos en “nuestros mejores nuevos examigos”. ¿El costo tan alto que estamos pagando por adelantado es el precio de la paz?

Estas buenas noticias, si van acompañadas de hechos concretos y de un mensaje coherente, lógico  y no disociado, podrían darle un giro positivo al pensamiento de la opinión pública. El secreto se llama pedagogía, no propaganda. Pero pedagogía “en verdad”, acompañada del  desarme interior y un desminado de la política, empezando por el lenguaje empleado por nuestros más altos dirigentes, que están llamados a controvertir sus diferencias sin inflamar más los espíritus.