¿Dos países en uno? | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Abril de 2017

Quien venga a Colombia con ánimo desprevenido a pasar una temporada de vacaciones con seguridad que se lleva una magnífica impresión. Nuestro país es el conjunto de muchas personas que por su manera de ser, de vestir y de comportarse parece que fueran de diferentes países. La Costa Atlántica parecería que no tiene relación alguna con los pastusos y estos nada que ver con los santandereanos; los opitas tienen su manera de ser que se manifiesta en su manera de hablar.  El antiguo Caldas y Antioquia, el Valle del Cauca, el señorial departamento del Cauca son regiones que se distinguen unas de otras. Esto en lo que se refiere a la población, pero haciendo caso omiso de ésta, la topografía, que ha moldeado también el temperamento de sus habitantes, ofrece panoramas maravilloso por sus bellezas. El asentamiento en la zona montañosa que no es sino la trifurcación de la codillera de los Andes  no ocupa siquiera la mitad del territorio nacional, pero allí se asienta cerca del noventa por ciento de la población.  Ríos majestuosos corren entre las tres ramas de la cordillera y muchos otros que son sus afluentes son orgullo de los colombianos. El cañón por el cual circula el río Chicamocha es uno de los parajes más impresionantes del mundo.

Colombia, tal vez por la misma diversidad de climas y características ambientales que existen, es una nación de ciudades. Por lo menos cinco de ellas cuentan con más de un millón de habitantes y vida propia. Si se empieza por Bogotá, es necesario señalar que don Gonzalo Jiménez de Quesada estuvo muy afortunado, mejor, nosotros los que lo sobrevivimos lo somos, al disponer de una ciudad hasta ahora con  clima maravilloso y belleza natural envidiable;  algo que la hace muy particular en el concierto de ciudades grandes que sobreviven a estas alturas  es la naturaleza verde que la adorna: montañas que la rodean siempre verdes, así como los parques y jardines que los mantenemos exuberantes y bellos. Nunca se había visto una actividad constructora tan dinámica como ahora.

Existe una población de cuarenta y ocho millones de habitantes diligente, trabajadora, activa, dedicada a oficios propios de una nación en  pleno desarrollo con muchas dificultades atávicas y circunstanciales. El análisis de los economistas que basamos en los  denominados índices del desarrollo, bien puede concluir que aquí subsisten dos países en uno. El de los índices y el de la realidad objetiva. Así como se registra un bajonazo en el índice del movimiento de actividades económicas tradicionales comercio y la industria, por ejemplo, se ven contradichos por la actividad ciudadana diaria. Los índices parecen  no coincidir con la actividad diaria de la ciudadanía. Bien parece que el manejo de éstos que son científicamente calculados bien se asemeja al caso de quien le encargó a su contador con unas cifras verídicas,  la confección de un balance con utilidades o con pérdidas. ¿La terminación del conflicto interno que nos ha golpeado por cerca de cincuenta años será factor que altera la conducta de los actores?  Reducir fenómenos sociológicos a cifras matemáticas es  un debate que bien puede reabrirse.