Edmundo López Gómez | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Marzo de 2015

TOMANDO NOTA

Otra mirada sobre la paz

Tengo  la impresión de que no fue buena idea la reforma que se hizo en el sentido de que el referendo para aprobar los acuerdos de La Habana pueda coincidir con las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, o con otras. Se pensó seguramente que haciendo depender  el referendo de esas elecciones, podría asegurarse la votación que  exige la ley superior (un 5% de los ciudadanos que integran el censo electoral) para  que tenga   resultado exitoso en las urnas. 

Si la mecánica política permitió hacer esos cálculos introdujo, sin embargo, un elemento pernicioso: hacer depender el propósito nacional de la paz de  candidaturas a cargos de elección popular, lo cual, de por sí, desnaturaliza la institución del referendo  constitucional, en cuanto la voluntad política de los electores para aprobarlo no debe estar interferida por intereses de tinte partidista. Estos son harina de otro costal, diría un constitucionalista puro.

En el caso del referendo por la paz, la propuesta de incorporarlo a las elecciones ordinarias, tampoco conjuga como estrategia política¸ pues el sector de la oposición la objetará, como  regla de juego impropia. De ahí que uno encuentre que los opositores al referendo así planteado sean considerados como enemigos de la paz,  cuando en realidad no lo son.

Remover ese palo en la rueda, en cambio, puede ser útil para lograr el consenso que el proceso de paz necesita, en cuanto debe ser un acto electoral autónomo, en fecha diferente, y no presentarlo -así parezca dura la expresión- como un mico colgado  de las elecciones regionales.

Entonces veo muy complicado el consenso deseado en las actuales circunstancias, y en cambio, la iniciativa de la convocatoria de una Constituyente podría ser mejor escenario para tramitar y aprobar las reformas  que deben adoptarse como  pacto para la paz.  

Mi condiscípulo de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional,   doctor Rito Antonio Galvis, -quien  escaló como yo  la cúspide de los 90 años-, me apuntaba, sin embargo, que el presidente Santos debería asesorarse de  un “cuerpo de delegatarios sabios y sin intereses creados (se acordó de don Jacinto Benavente), integrado por dos representantes de las diez mejores universidades del país, según calificación reciente de un prestigioso centro de investigación extranjero”. A  esos delegatarios se les encargaría redactar las reformas para someterlas a consideración de la Constituyente que se convocaría, las cuales no solo tendrían como referente los Acuerdos de La Habana sino también iniciativas de sectores no representados en la Mesa de Negociaciones, pertenecientes a la oposición, y las propias que surjan de aquellas mentes lúcidas y pulcras  de la Academia. V.gr: la de la Justicia, debe tener origen en ese cuerpo transparente y respetable que propone mí también sabio condiscípulo. 

Presidente Santos, queremos, como usted, la paz, pero sería  bueno escuchar a quienes proponemos mejorar los procedimientos para lograrla.    

emundolopezg@hotmail.com