EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Diciembre de 2011

Muéreme

La dramaturgia es fundamental para que las sociedades puedan ver en forma objetiva -tangible, en el afuera- emociones y sentimientos que bien por ser tabú o bien porque reflejan temores individuales y colectivos, no son fáciles de reconocer ni de asimilar. Uno de esos temas es la muerte: a todos ha tocado, a algunos más de cerca que a otros, e inexorablemente todos la habremos de enfrentar cara a cara cuando nos corresponda regresar al lugar del que provenimos. Y cada quien asume la muerte en forma diferente, desde sus creencias, experiencias, miedos y certidumbres relativas.


Muéreme es una pieza de teatro, que se presenta por estos días en La casa del Teatro Nacional. Creada y dirigida por Carlos Martínez y Germán Quintero, la obra confronta al espectador con su propia muerte.


La trama es sencilla y profunda, como la vida misma: tres mujeres se encuentran en la antesala de una unidad de cuidados intensivos, en la que un hombre común a las tres se debate entre aferrarse a la vida o entregarse a la muerte. En medio de monólogos sentidos, escenas grupales que van desde la angustia hasta la risa, coreografías sugerentes y sutiles coros, los personajes van transitando su propia experiencia de vida y muerte, que se entretejen, que son un continuo ineludible.


Fruto de experiencias personales de los escritores, Muéreme invita al espectador a reflexionar sobre su propia muerte y las muertes ajenas. Solemos hablar de ello en las funerarias, y también solemos dejar de lado el tema de la muerte una vez se cumple el sepelio. Pero la muerte está ahí, presente, como un pájaro que llevamos en el hombro izquierdo y que de un momento a otro nos pica. Y con la inminencia de la muerte se manifiestan los apegos: a las experiencias de los sentidos, a las cosas adquiridas, a las personas amadas, a los hábitos consumados.  Todo eso queda atrás con la muerte, pues no somos lo que hacemos ni lo que tenemos, como tampoco nos definen -en últimas- las relaciones construidas.


En la muerte se funden la risa y el llanto. Tal vez sea sólo una frontera sutil en la danza de la existencia, tal vez la muerte sólo sea un leve tránsito. Sin embargo, la reflexión sobre la muerte es la reflexión sobre la vida, confrontación interior que nos conviene hacer para aprender a vivir mejor cada día, resolviendo los pendientes y cerrando ciclos. A todo ello invita Muéreme, no sólo a danzar la vida, sino a danzar la muerte. En este cierre de año vale la pena, en medio del acostumbrado balance, reflexionar sobre nuestra relación con la muerte, las muertes cotidianas. Esa es la inevitabilidad de la existencia.