Según el Grupo Intergubernamental de expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático (IPCC), integrado por más de 200 científicos de multiplicidad de países, de distintos credos y creencias, ideologías y religiones, han llegado al consenso de que a mayores concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI), especialmente del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera más alta es la temperatura global y mayor el efecto invernadero. De hecho, la temperatura global ha subido 1.1 grados celsius con respecto a la era pre-industrial (alrededor de 1780). Una segunda conclusión a la que arribaron es que el mayor responsable de las mismas es la actividad humana y por ello hablan de causas antropogénicas.
Hablemos de las características del cambio climático, el cual, en rigor, es mejor denominarlo como variabilidad climática. En primer lugar, se caracteriza por fenómenos extremos de alta pluviosidad (La Niña) o sequía (El Niño); en segundo término, estos fenómenos no son cíclicos o estacionales, de serlo serían previsibles y pronosticables y no lo son, son, en cambio, recurrentes. Además, dichos fenómenos extremos son cada vez más frecuentes, más intensos y de mayor durabilidad y por lo tanto sus estragos son mayores.
Hay un antes y un después de 2015 en la lucha de la comunidad internacional contra el cambio climático. A finales de este año tuvo lugar la 21ª Conferencia de las Naciones sobre el Cambio climático (COP21), en la cual se aprobó el Acuerdo de París, el cual ha sido firmado por 193 partes (192 países más la Unión Europea). Dicho Acuerdo contempla como estrategia fundamental la descarbonización de la economía, con el propósito de reducir las emisiones de GEI y de esta manera contener el aumento de la temperatura global.
El Acuerdo de París se fijó como objetivo impedir que el aumento de la temperatura global con respecto a la era pre-industrial supere los 2 grados Celsius. Dicho umbral se redujo en una Conferencia posterior de las Naciones Unidas (COP26) a sólo 1.5 grados. Según los estudios del IPCC, de superar este umbral, estaríamos en presencia de la más alta temperatura experimentada en los 10.000 años de historia de la civilización y de darse la Casa común, como llama el Papa Francisco a nuestro Planeta tierra, se tornará mucho más peligroso e inhabitable. Y, por lo pronto, no tenemos otro Planeta habitable, no disponemos de Plan B (¡!)
El Secretario de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha sido enfático en que “nos acercamos al borde del abismo…Si no cambiamos la dirección corremos el riesgo de cruzar el umbral en el que podemos evitar el cambio climático desbocado”. Nos quedan, muy pocos años para tomar medidas urgentes para evitar el desastre y salvar nuestro Planeta. Como lo afirmó el último líder de la URSS y premio Nobel de paz Mijail Gorbachov, “el futuro dependerá de si somos capaces de encontrar una síntesis de los valores ecológicos, liberales y sociales, lo que yo llamo ´los valores perennes´”.
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