El pasado miércoles 8 de mayo se celebró el centenario del natalicio de uno de los exponentes dilectos de la cultura clásica en sus más variadas manifestaciones, y uno de los defensores más vigorosos de los valores de la civilización occidental, el del doctor Álvaro Gómez Hurtado.
En el marco de tan importante efemérides se realizó el pasado martes, 7 de mayo, un acto especial en el Palacio de Nariño en el que el presidente Duque nos hizo a los asistentes un relato emotivo sobre la relación que alcanzó a construir con Álvaro Gómez, quien, por entonces, regentaba una cátedra sobre historia de la cultura en la Universidad Sergio Arboleda, y sobre la influencia que como discípulo aventajado recibió de él para moldear su pensamiento.
Del mismo modo, se adelantó un panel entre Alberto Casas, Otty Patiño y Juan Esteban Constaín sobre su vida y su obra. También fue ocasión para divulgar los escritos más representativos del pensamiento de Álvaro Gómez, cuya selección tuvo a su cargo del lúcido escritor Juan Esteban Constaín, acompañado de un ensayo suyo de interpretación biográfica, histórica e intelectual.
Hablar de Álvaro Gómez es referirnos a medio siglo de historia como protagonista que fue de primera mano de los acontecimientos que determinaron el destino de Colombia desde la década del 50 del siglo XX hasta su magnicidio. De todos es conocido que sobre su figura se construyó un mito que fue utilizado como estigma por sus adversarios y competidores para impedirle su ascenso a la dirección del Estado; leyenda que se ha ido desvaneciendo con el paso de los años y la perspectiva de la historia hasta el punto de que hoy se le considera como a uno de los grandes pensadores políticos de nuestro tiempo.
Sobre su condición de conductor y dirigente político alguna vez dijo: “cuando la política era enfrentamiento entre los partidos, yo estaba en la lucha de los partidos; cuando la política se vertió hacia la paz de los partidos, yo me pasé a la paz de los partidos que estaban en la política. Yo estaba en primera línea, pues creo que la paz se hace entre los combatientes”. Sus contendores, sin haberlo leído y oído lo suficiente, lo tachaban de derechista y retrógrado por el solo prurito de combatirlo; nunca entendieron a un hombre de semejante estatura intelectual. Sobre esas calificaciones hacia esta precisión: “Nunca me ha gustado hablar de derecha o izquierda. Estos son términos derivados de los sitios en donde los parlamentarios franceses se sentaban: del lado izquierdo o del derecho. Si se quiere buscar una definición, yo diría que mi vocación es de centro, inclusive por principios filosóficos es lo único que puedo aceptar. Lo demás es un juego subjetivo de apreciaciones”.
Álvaro Gómez no alcanzó a llegar al poder pero ejerció grande influencia en la vida institucional del país. Propuso iniciativas que han dejado huella perdurable como la elección popular de alcaldes, la planeación democrática, la creación de la Fiscalía General de la Nación y la Corte Constitucional. Su pensamiento, sus tesis y propuestas seguirán siendo un referente obligado en el debate político nacional y guía para Colombia.