Darío Acevedo Carmona, magíster y doctor en historia (cum laude, en España) y profesor emérito de la Universidad Nacional, ha sido designado como director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), una entidad creada por el gobierno de Santos por decreto 4803 de 2011, para recibir, recuperar, conservar, compilar y analizar los hechos violentos ocurridos durante el conflicto armado interno colombiano.
Dice el dicho que unos hacen la historia pero son otros los que la escriben. Y el CNMH fue entendido como una entidad encargada de reescribir la historia de la violencia en Colombia. Como uno de los propósitos del CNMH, a ella tuvieron acceso las víctimas aunque no todas. Dicho de otro modo, estaba “politizada” si cabe esa expresión. Su director, Gonzalo Sánchez, fue sin duda un elemento fundamental en su desarrollo, no exento de ideología.
Acevedo, ya confirmado por Duque porque él es el presidente y ejerce sus funciones, ha sido tachado por Piedad Córdoba, el padre De Roux, presidente de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, uno de esos engendros creados por el acuerdo de paz para redireccionar la historia, y una cauda de mamertos, como “negacionista” porque considera que en Colombia no ha existido “conflicto interno”, lo cual, según sus atacantes, lo descalifica para dirigir el CNMH.
En 2011 escribí un artículo sobre si existe o no un conflicto armado en Colombia, para referirme a la opinión de José Obdulio Gaviria y otros uribistas de entonces que negaban la existencia del conflicto interno (Asociación Cavelier del Derecho y Universidad del Rosario, Ricardo Abello Galvis, eds.), Anuario Colombiano de Derecho Internacional, Año 1, No. 1 (Bogotá, 2008), pp. 139-159).
La situación que se planteaba entonces y se plantea hoy se refiere a las consecuencias de hablar de “conflicto interno”. Hay quienes opinan que aceptar esa expresión internacional en Colombia, implica(ba) reconocer a los terroristas de Farc y Eln como beligerantes y sujetos de derecho internacional, lo cual preocupaba a unos y alegraba a otros. Sin embargo, el tema es eminentemente jurídico y no político, está regido por normas internacionales, fundamentalmente los Convenios y los Protocolos de Ginebra y no produce los efectos que le atribuían y atribuyen unos y otros y, mucho menos, convierten a las Farc en víctimas y no en victimarios, que es lo que son.
La tesis de mi artículo es que aceptar que existe un conflicto armado en Colombia no convierte a los sublevados (que además son terroristas y les caen encima más de 20 tratados y resoluciones del Consejo de Seguridad) en beligerantes porque para ello se requiere que estén reconocidos por el Estado; controlen una porción del territorio, es decir, hagan las funciones de Estado (lo que se presentó transitoriamente en El Caguán); puedan realizar “operaciones militares sostenidas y concertadas”, como dice el Protocolo II; y apliquen las normas básicas del derecho internacional humanitario (DIH), es decir, el artículo 3 común a los Convenios.
De otro lado, como el DIH, es asimétrico, las fuerzas armadas legítimas están obligadas a aplicarlo así como las normas de guerra, aunque el enemigo no las aplique.
Yo concluí aquel artículo diciendo que en Colombia hay un “conflicto armado interno de baja intensidad contra unos sublevados-terroristas levantados contra el gobierno legítimo que éste combate dentro de los términos de la ley interna e internacional, sin renunciar a su prerrogativa de juzgarlos como criminales tanto ahora durante el conflicto, como luego cuando sean completamente derrotados.”
Nada de esto inhabilita a Acevedo Carmona, un hombre respetable y preparado, para ejercer con honor y dignidad el cargo de director del CNMH.