Se quitó los zapatos. Se bajó las medias. Se tomó su tiempo. Descalzo sobre el césped se acomodó la camiseta que traía puesta. Ese gesto de jalarse la ropa de la parte superior para que no se vea la piel de la barriga (o quizá los gordos), siempre me ha llamado la atención. Se acomodó en su propia piel antes de moverse, levantó los brazos, abrió las manos al cielo, respiró profundo y dio un paso. Su pie derecho tocó el césped del Camp Nou, el estadio donde juega el Club Barcelona de la primera división. Era Yerry Mina, en frente de los periodistas del mundo deportivo, entrando a la cancha descalzo como un símbolo que le recuerda las muchas veces que sin zapatos jugó fútbol en su natal Guachené, allá en el Cauca.
Apenas tiene 23 años. Nació un 23 de septiembre de 1994, en el último de los municipios creados en el departamento del Cauca en el 2006. Un lugar cuya principal actividad económica es la siembra de la caña de azúcar y cuyo origen histórico en la colonia española, recuerda que los españoles para explotar las minas de oro en todo el continente americano, secuestraron y traficaron con vidas humanas desde la costa oriental del continente africano. Por eso en Guachené el 98% de la población es negra.
A pesar de estar a 32 Kilómetros de Cali, Guachené no ofrece grandes oportunidades de vida a sus habitantes aparte de la agricultura que bien sabemos es poco valorada en nuestro país. Pero Yerry, bautizado así por la serie de muñequitos animados “Tom & Jerry”, salió desde muy temprana edad a conquistar el mundo, como diría Shakira, con sus pies descalzos.
En el fútbol, como en la vida, hay que hacer las cosas bien. Y este hombre de 1.95 metros de estatura, ha sabido aprovechar cada oportunidad. Se nota que le mete ganas, que quiere llegar lejos y vaya si lo ha logrado. Sin empujar a nadie (quizá solo en la cancha de juego) y sin hacerle la zancadilla a otros con el objetivo de avanzar sobre cadáveres. Yerry ha sabido crecer y ha sabido esperar. Tener paciencia, esa virtud de la que carecemos los colombianos que en nuestra esquizofrenia colectiva queremos todo para ya, producto entendible de tantas barbaridades que nos ocurren. Es más frecuente ver el atropello desde el estrato uno hasta el cincuenta, que el éxito correspondiente por la disciplina y constancia, de un Yerry Mina, por ejemplo. Y como el fútbol nos mueve las tripas, Colombia entera que antes gritaba al Real Madrid, ahora aplaudirá al Barcelona. Esperemos con paciencia el debut de Yerry. Y aprendamos de él. Honremos nuestra historia, nuestros propios pies descalzos y recordemos nuestro origen. No solo el geográfico, sino el que nos lleva a nuestros padres y a nuestras familias, con sus respectivos aspectos positivos y negativos. Yerry es un ejemplo inspirador y alentador. Tengamos paciencia en su proceso de adaptación y no caigamos en el juego de exigir a destiempo resultados que tienen que madurar.
El debutante Mina nos hará sentir orgullosos y sólo por lograr esto, en un país donde nos seguimos matando porque el hambre y las oportunidades escasean como en Guachené producto del saqueo ya no de los españoles, sino de nosotros mismos, es una razón para sentirnos felices. Y también creer que entre todos y con decisiones aceradas pueden crecer en los municipios de Colombia, más Yerrys y Toms también.