Desde la más remota antigüedad se ha buscado con afán el Santo Grial. El que lo obtenga será bienaventurado. Es la más preciosa reliquia del mundo cristiano, nunca encontrada por lo demás. Y que consiste en el cáliz en el que Cristo repartió vino y mojó el pan eucarístico que entre sus discípulos durante la última cena.
Desde la más remota antigüedad se han encontrado, o se dice haber encontrado, todo tipo de reliquias desde los clavos y trozos de madero de la cruz de Cristo, hasta las escalinatas por las que ascendió el Señor al balcón donde tuvo lugar el juicio de Poncio Pilatos. Las catedrales medioevales están llenas de estas reliquias. Pero el Santo Grial nunca había aparecido, hasta ahora.
Su infructuosa búsqueda parece haber concluido. Y quien lo ha encontrado es nada menos que el señor Trump. Ha anunciado con gran seguridad que el primero de noviembre de este año, es decir tres días antes de las elecciones en Estados Unidos, comenzará la distribución comercial de la tan esperada vacuna contra el coronavirus. No un mes antes, ni un mes después, no: tres días antes de las elecciones en las que se juega su reelección. La Casa Blanca espera que esta jubilosa noticia le dará un empujón irrefrenable a su elección.
Esto no tendría repercusiones nocivas y pasaría a ser una más de las 20,000 mentiras que el New York Times le ha contabilizado a Trump durante esta campaña, si no entrañara graves riesgos para la salud del mundo entero.
En primer lugar, para asegurar que la fecha del nuevo Santo Grial se cumplirá oportunamente, parece que la Casa Blanca está desplegando irresponsablemente todo tipo de presiones sobre las compañías que vienen trabajando en la vacuna para que la liberen el primero de noviembre. Así no hayan concluido las pruebas de la tercera fase (o sea, verificaciones satisfactorias hechas entre voluntarios); y así no exista certeza médica plena que la vacuna es la adecuada para liberar a la humanidad de la grave pandemia. Vale más la reelección que la seguridad inmunológica de la vacuna. Tal es la lógica irresponsable del señor Trump. Como todo lo suyo. Como cuando recomendó beber cloro como inefable camino para precaverse de los riesgos del coronavirus.
La cosa está tan delicada y son tales las presiones de la Casa Blanca sobre sus subalternos que el señor Steven Hahn, jefe de la FDA, la oficina norteamericana de drogas y alimentación anunció (algo sin precedente en la historia del control de medicamentos en Estados Unidos) que se podría liberar la comercialización de la vacuna aún sin que se completaran las pruebas clínicas mínimas requeridas. Trump ha hecho todo lo posible en el entretanto para hostigar a la OMS que ha solicitado prudencia en los anuncios de la vacuna.
Hay un verdadero temor entre la comunidad científica y aún entre las compañías farmacéuticas ante estos atolondrados anuncios del presidente Trump. Un grupo de importantes empresas de medicamentos ha divulgado un comunicado colectivo firmado por Jhonson&Jhonson, Merck, Moderna, Novax, Phizer, Astra Zeneca, BioNTech, Glaxo Smith- Kline y Sanofi, anunciando que no se dejarán ferrocarrilear por la Casa Blanca. Que no le harán el irresponsable juego a Trump. Y que por tanto no liberarán ninguna de las vacunas en que están trabajando afanosamente hasta cuando concluyan a satisfacción las pruebas de seguridad clínicas por las que debe pasar toda vacuna antes de su comercialización.
El desaforado afán de la Casa Blanca por salir rápido con una vacuna puede, inclusive, tornarse contraproducente y antes acentuar la pandemia, pues la ciudadanía puede perder fe en una vacuna sobre la cual no exista plena certeza de buenas prácticas en su preparación.
Ojalá que una de las víctimas que nos deje la pandemia sea la no reelección de Trump. Sería un triunfo de la decencia y de la ética pública: no solo en Estados Unidos sino en el planeta entero. La política es sucia en todas las latitudes, pero Trump la está llevando a extremos nunca vistos.
Es un mentiroso compulsivo y un irresponsable endémico. Acabó con el multilateralismo, con los buenos modales, y hasta con el respeto por la historia: en estos días se supo por la revista “Atlantic” que dejó de asistir en Francia a un funeral en memoria de miles de soldados americanos que lucharon valientemente durante la primera guerra mundial, alegando que habían sido unos “perdedores”. Y que como estaba haciendo mal tiempo de pronto se le dañaba el peinado. ¡No hay derecho!