Pareciera que en el país político y el nacional se avanza a velocidad de vértigo por el túnel de la discordia, la grosería y los insultos, lo que muestra el estado de agobio y desespero por el que se mueve la sociedad colombiana. En los diarios, en la radio, en la televisión, en las redes sociales, los dicterios, las desvergonzadas calumnias y las noticias falsas se reproducen como por encanto y casi sin excepción.
Es evidente que en Colombia la amargura se ha posado en la mayoría de los dirigentes del país, de la empresa privada y del gobierno. Y la amargura suele ir precedida de la frustración. En parte la responsabilidad de esa atonía espiritual masiva recae en el gobierno nacional, que, digamos, es el que pone el tono. También, tiene que ver con la mezquindad ambiente, como se vio en la Cámara de Representantes, donde algunos de los representantes conservadores lentejos hicieron quórum para que se votase el proyecto de salud a la cubana que promueve el gobierno, pretende darle un raponazo de $ 90 billones a ese sector que compromete la salud de millones de personas. El gobierno aduce que los fondos de la salud enriquecen a unos pocos y son mal manejados, que unos cuantos gerentes en esas instituciones devengan sueldos hasta de $80 millones. Para modificar esa estructura la Casa de Nariño propone entregar esos dineros a sus amigotes, alcaldes y politiqueros de cuenta en las regiones, donde es previsible que lo malgastes o se lucren con el mismo y no se hagan las megaobras que prometen en regiones aisladas.
El gobierno, en su propuesta a la cubana para modificar el sistema de salud en Colombia, desconoce que con todos los defectos posibles es uno de los más eficientes del mundo. Entre los galenos y profesionales colombianos se destacan algunos a nivel mundial, tanto por su saber, como por su experiencia. Es tal la propaganda negativa que hace el sector oficial contra los profesionales de la salud, que muchos de ellos están optando por irse del país. Además, el gobernante ensalza con frecuencia a los chamanes y charlatanes del sector. Si el gobierno pretende hacer algo positivo en ese campo puede hacerlo, no destruyendo lo que se ha logrado. Y no debemos olvidar que las conquistas de la salud obtenidas en democracia, que permiten que atiendan al pobre o al rico, sin importar su condición representa una de las más grandes conquistas sociales de nuestro país. Por supuesto, en la medida que la población de toda condición despierte y se dé cuenta que pretenden utilizar el tema de la salud para coartar su libertad, para entregar a politiqueros la decisión de enviarlos a un médico o quizás a un tegua o negarle la atención, allí tendremos a las gentes en las calles pidiendo la cabeza del gobernante tal como lo hace hoy en los estadios. Así que antes que la reforma de la salud se hunda en el Senado o en la Corte Constitucional, lo que debía hacer el gobierno es concertar y llegar a acuerdos para no atentar contra el buen servicio existente.
Como decía al comienzo de este escrito, hemos caído en lo más grotesco de la política y el lenguaje de la misma denota una invencible ordinariez. Se da el caso de la cantante Marbel, la que de improviso desde la esquina de la oposición se le fue la lengua y dijo que la hija del inquilino de la Casa de Nariño parecía una muchacha de la calle, no que estaba en la calle, lo que no sería un insulto ni nada parecido, sino un hecho. En fin, por haber dicho lo que dijo, que pudo ser un simple equívoco dialéctico, el gobernante anuncia que la va denunciar. Lo que debe hacer Marbel es explicar que no quiso ofender, sino explicar que le lanzaban dardos desde la calle y no midió el alcance o la tergiversación que podrían hacer sus malquerientes del comentario.
Sea lo que fuere, rechazamos los insultos, la grosería y la ordinariez imperante vengan de donde vengan. Cuando la dirigencia se maltrata casi a diario y se irrespeta, en la escala descendente terminan las discusiones a insultos y cuchilladas. La violencia verbal deviene en violencia física. Precisamente, al ver el último llamado de la Policía a los ciudadanos, se observa que la inseguridad campea por doquier y en todos los estratos. El asesinato, el secuestro, los ataques a tiros o con arma blanca, casi siempre a mansalva se multiplican de manera progresiva y las masacres ensangrientan nuestro suelo como en una guerra civil no declarada. Es de anotar que el general William Salamanca viene reorientando la lucha policial para hacerla más dinámica y efectiva.
Para terminar con algo positivo: Barranquilla ha dado muestras de civismo y reconocimiento a Shakira, no solamente por sus éxitos como artista y ser humano excepcional, embajadora de Colombia, entre las mejores artistas del planeta, sino como hija, madre y ese hondo dolor del corazón partido en su matrimonio transmitido en sus melodías. El homenaje escultural en vida que le hacen Barranquilla y el artista Yino Márquez, muestran la noble y generosa calidad de sus gentes.