La técnica de la confusión, con la cual se trata de enredar a una persona, a tal punto que ésta, prácticamente, pierde control de sus acciones, es bien conocida entre las comunidades científicas que estudian la reacción del cerebro a este tipo de estrategia.
Esta técnica parece ser lo que el gobierno de Gustavo Petro ha tratado de aplicarle al Congreso al presentar semejante cúmulo de reformas, todas de alto voltaje y gran complejidad, para ser aprobadas en tiempo limitado y con mensaje de “urgencia”, para complicar aún más las cosas a los legisladores. ¿Se supone que senadores y representantes estudien, calibren, midan el alcance, riesgos y costos de tal cantidad de reformas en tan corto tiempo?
Es inverosímil pensar que se puedan analizar con la seriedad necesaria para hacer un trabajo responsable en temas tan importantes para la nación como las reformas política, laboral, de salud, pensiones, la propuesta de Paz Total y el Plan General de Desarrollo, entre otros, en unos pocos meses.
No en vano se ha creado semejante caos en el Congreso. Lo mismo está ocurriendo entre la opinión pública, la que hoy entiende que en cada reforma de estas hay “gatos encerrados” que tendrá consecuencias desastrosas para el país.
La mente de los legisladores ha comenzado a dudar; ¿qué es cierto?, ¿qué es falso?, ¿qué trampa se le está tendiendo y cómo logra zafarse de caer en ella? Parece que, con rapidez, se han despertado sus conciencias.
Los partidos, abatidos por el cúmulo de posibles y desastrosas equivocaciones a las que pueden llevar al país de aprobar estas reformas tal como han sido presentadas, ha comenzado a ponerle freno a la situación. Rápidamente, se está creando un sentido de que es imposible estudiar concienzudamente semejante cantidad de arbitrarias propuestas en el término de estas sesiones.
Una prominente legisladora comenta como ha tenido que duplicar el número de sus asesores para que poder tener alguna certeza que no se le pasen toda clase de peligrosos “micos”, “orangutanes”, o como quieran llamar, a las malévolas trampas camuflados por el gobierno, entre los cientos de artículos de cada reforma.
Trampas como las múltiples “facultades extraordinarias” que Gustavo Petro pretende que se le aprueben, con el único propósito de perpetuarse en el poder como lo ha hecho el dictador venezolano Nicolás Maduro, su mejor amigo y mentor.
Aterrados, los laicos observamos desde la barrera el “zaperoco” de lo que pasa en el Congreso. Los absurdos debates que presentan ministras como la de Minas que cada que abre la boca deja atónito al país con las estupideces y contradicciones que manifiesta. O con la arrebatada arrogancia de la ministra de salud, o las descabelladas propuestas de la reforma laboral, que de pasar tendrán nefastas consecuencias para la fuerza laboral colombiana.
Al contrario de la buena pesca que el gobierno esperaba obtener en el río revuelto de las reformas, los políticos han despertado de su vergonzosa “luna de miel” con Petro y quieren sacudirse del tal Pacto Histórico.
El disgusto demostrado por el pueblo en las calles de toda la nación los está golpeando. ¿Acaso huelen derrotas en las urnas en las próximas elecciones, sí continúan comiendo mermelada petrista? En este río revuelto parece que no habrá buena pesca para Petro.