Manía epiléptica de reformar
Don Miguel Antonio Caro, enseñaba que la duración de las leyes orgánicas lograba un acuerdo firme por el respeto popular y entonces se convertían en el indicador por excelencia de una nación realmente constituida. Explicaba a sus alumnos que la legislación escrita, por sí sola, era ineficaz; que sólo era poderosa y sacrosanta, cuando su origen era respetable y respetado y que sólo así conseguía que el orden legal fuera sólido, porque se apoyaba en el orden moral de la sociedad.
Advertía que “las constituciones no son simples cuadernos, expuestas a la manía epiléptica de las reformas” y a ser atacadas por “un espíritu anárquico, encarnado en la tendencia a debilitar siempre el poder ejecutivo”. Añoraba por lo ejemplarizante la vigencia de la Constitución americana que había sufrido -en esos tiempos y hasta los nuestros- muy pocas y muy meditadas enmiendas, siempre con el ánimo de mejorarla y nunca de destruirla.
Reflexiones muy propias para aproximarnos a los vergonzosos sucesos que hemos tenido que padecer los colombianos, con ocasión del accidentado trámite parlamentario, de una malhadada reforma a nuestra vituperada justicia. Después de verlos en la televisión explicando lo inexplicable, no se atina a entender qué es más censurable si la desvergüenza de los “conciliadores”, la solidaridad cómplice de sus colegas o el atolondrado autismo de los miembros del Gobierno. A pesar del abortamiento del monstruo de las mil cabezas, es claro que el precio político a pagar por todos los irresponsables será muy grande...
Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que jamás el desprestigio parlamentario ha llegado a profundidades tan insondables. Es una lástima que la administración del presidente Santos, que tanto se ha preocupado por su imagen, quede tan estropeada por las circunstancias. Eso de querer quedar bien con todo el mundo ha terminado por hacerla quedar mal con todos Quizá el más perjudicado termine siendo el propio mandatario. Él, que ha sido tan cuidadoso en el manejo de sus relaciones políticas, es muy probable que vea seriamente afectadas sus aspiraciones reelecionistas.
Pero, mientras tanto, piensa mal y acertarás, dice un viejo adagio. En un país tan santanderista como es el nuestro, dotado de instrumentos como las acciones populares, las acciones de cumplimiento, las tutelas, etc., no sería nada sorprendente que, más pronto que tarde, se caiga un elaborado andamiaje, “tan conveniente políticamente pero tan incorrecto jurídicamente”.