“Sigamos interrogando al mundo”
Queridos estudiantes de Relaciones Internacionales:
¡Vaya suerte la que tienen de estar estudiando lo que estudian en estos momentos! Son tiempos interesantes para dedicarse al esfuerzo de intentar entender lo que pasa en el mundo, de comprender la política internacional y desentrañar el significado más profundo de las cosas que pasan. ¡Y vaya suerte la mía, de estar estudiando con ustedes lo que estudian en estos momentos!
Lo que está ocurriendo actualmente nos ofrece, a ustedes y a mí, un laboratorio inmejorablemente abastecido para aplicar los conceptos, para contrastar las premisas y las conclusiones que informan las distintas teorías y los diversos enfoques de la disciplina de las Relaciones Internacionales; para poner a prueba intuiciones e hipótesis fraguadas sobre la marcha, al fragor de los acontecimientos que vamos conociendo casi en tiempo real, gracias al tiempo en que en que nos fue dado vivir. Unos acontecimientos que, por otra parte, conocemos sólo parcialmente, y que revelan tanto como ocultan a nuestra mirada inquisitiva, curiosa y asombrada.
Con esos acontecimientos intentamos, ustedes y yo, encaramados en los hombros de quienes lo han hecho antes, plantear ecuaciones para resolver las preguntas que nos desvelan, sólo para encontrar, la mayor parte de las veces, que lo único que obtenemos de ello es una nueva incógnita. Una incógnita, sin embargo, necesaria, insustituible. El nuestro, como todo conocimiento, está hecho antes que nada de lo que ignoramos —de lo que vamos sabiendo que ignoramos— y sólo residualmente de lo que sabemos. Debemos derivar de esa experiencia una valiosa lección de humildad sobre la precariedad de nuestro conocimiento de lo internacional. Y al mismo tiempo, alimentar una insaciable voracidad intelectual sobre lo que sucede en el mundo. Entre más inaprehensible parece ser la realidad, más debemos dedicarnos a escudriñarla, sabiendo que sólo vale la pena hallar respuestas que nos lleven a nuevas y más complejas preguntas.
Son tiempos interesantes para estudiar Relaciones Internacionales. Y también tiempos difíciles.
Ha sido forzoso que dejemos de cruzarnos por los pasillos del Claustro. Que dejemos de encontrarnos cara a cara en el salón de clase. Y, sin embargo, no hemos abandonado la tarea. Por el contrario, hemos descubierto más y más formas de cumplir con ella.
Por una paradoja, al dejar de encontrarnos físicamente en el salón de clase, nos abrimos recíprocamente nuestras casas cada vez que en nuestra aula virtual nos vemos proyectados, en la pantalla de nuestros computadores, como en un hermoso mosaico bizantino. Alguna vez un miembro de su familia se ha cruzado en nuestras discusiones, y acaso siga oyéndolas en el umbral de la puerta. Algunos de ustedes han llevado consigo a su mascota a la clase. Hemos visto nuestras bibliotecas, nuestros escritorios. Hemos llevado el Claustro con nosotros, quizá porque el Claustro estará siempre donde nosotros estemos, donde nosotros queramos llevarlo.
Nos escribimos todos los días por Whatsapp. Compartimos información, y también, ocasionalmente, un poema, o la fotografía del mandala que coloreamos en un momento de pausa, antes de seguir adelante. Nos enviamos notas de voz para continuar nuestros debates. El confinamiento nos está mostrando que podemos llegar aún más lejos.
Gracias por haberlo hecho posible. Los profesores necesitamos, ahora más que nunca, de su complicidad, de su dedicación y de su compromiso. Necesitamos toda su inteligencia y rectitud, toda su responsabilidad y su solidaridad. Necesitamos que estén, ahora más que nunca, a la altura de sí mismos. El país y el mundo también lo necesitarán, y lo demandarán a cada uno, más pronto de lo que ustedes y yo imaginamos.
Mientras tanto, no hay tiempo que perder. No dejemos nuestra mente en paz. Sigamos interrogando al mundo. Hay todavía muchas preguntas qué descubrir.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales