“Es injusto y atrevido señalar la labor de la Iglesia Católica”
Espíritus sencillos y desprevenidos exultan con la presencia de personas diáfanas como el Papa Francisco, portadores del mensaje salvífico que ha servido tanto a la humanidad. Otros, en cambio, alimentan íntima fobia contra los invaluables tesoros espirituales, sueltan bocanadas en contra de ellos, y les duele su influjo en las naciones. Fue así como columnista con permanente tribuna en El Tiempo, Gabriel Silva Luján, se soltó en improperios contra la Iglesia de la mayoría de los colombianos sembradora de auténtica ciencia, cultura y sentido social (04-11-17).
En su enceguecimiento cayó Silva en errores históricos de bulto como colocar al gran hombre público Alfonso López Michensen como negociador del Concordato entre Colombia y la Santa Sede. Ignora ese reprimido articulista que el gran impulsor de esa reforma concordataria (1973) fue el presidente Pastrana Borrero, y quien, en gesto de sensatez, sinceridad y lógica, invitó a aprobar este Tratado a las bancadas parlamentarias de su partido, fue el aludido presidente López (1974). Fue este gran estadista quien adujo como argumento para la aceptación de ese Tratado Internacional, que luego sería reconocido por la Constitución del 91, “el hecho católico de Colombia”.
No fueron “sacudones por el pensamiento liberal contra el Concordato de 1887” cuanto llevó a lo pactado en 1973, y aprobado en el Parlamento en 1974, sino los avances de la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II, liderado por los Papas S. Juan XXIII y Beato Paulo VI, con intervención, en su redacción, de personas como los doctores Antonio Rocha y Aurelio Caicedo Ayerbe, con directos voceros de la Iglesia como el hoy Cardenal José de Jesús Pimiento y el luego Obispo Jorge Ardila. Es miserable la acogida del articulista de marras a la versión de entendimiento del presidente Núñez y de la Santa Sede para “obtener bendición a su promiscuidad”, cuando ese mismo gran patriota, ante insistencia de la Iglesia, tuvo la grandeza de participar de su Matrimonio Sacramento, con doña Soledad Román, cuando ya fue posible por la muerte de su primera esposa, como “exaltación”, con él, de su unión matrimonial.
Hubo gran entendimiento entre la Iglesia Católica y el Estado a partir de los hechos de 1886 y 1887, pero no dentro de esa insultante expresión de “perniciosa manguala”, usada por el dicho articulista. Se ofreció sí amplia facilidad de difundir su mensaje con lo aceptado por grandes patriotas como Núñez, Caro, López Michensen y Antonio Rocha, no considerando esos entendimientos como camino a un falsamente cacareado “oscurantismo”.
Tratan articulistas como Silva de arrinconar la labor de la Iglesia Católica con la falsa aseveración de que en la Constitución del 91 se consagró a Colombia como “Estado Laico”, cuando la verdad es que quedó como “Estado Social de Derecho”, que garantiza profesar, libremente, la religión, y a difundirla en forma individual y colectiva (Art. 19). El Preámbulo, en donde se invoca la asistencia de Dios, y varios artículos de ella, muestran la falsedad de esa laicista aseveración.
El percibir ayuda económica de los fieles, en la Iglesia Católica es con austeridad de la inmensa mayoría de los dirigentes, y con realización de obras sociales y culturales de inmenso valor. Que los que difunden otros credos y cultos cristianos lleguen a ser “emporios financieros”, es lamentable que acontezca en algunos casos. Qué haya presión de alguno de esos grupos a voto electoral bajo obediencia ciega a sus enseñanzas, es censurable.
Es injusto y atrevido señalar la labor de la Iglesia Católica, y de varias confesiones cristianas serias, como generalizado “clientelismo espiritual”. Hay en gran proporción respetable cultivo de principios y actividades, que son gran contribución a la Nación, como lo reconocen nobles corazones que sí agradecen tan manifiestos aportes.
*Obispo Emérito de Garzón