No tenía ni idea de quién era Richard Castle hasta aquella mañana en que, paseando por la sección de novela policiaca de la Librería Lé, mi novia me señaló uno de sus múltiples libros en lo alto de una estantería. “¿Y ese quién es?”, pregunté. “El escritor, el de la serie”, respondió con la convicción que da lo evidente. Tomé un ejemplar cualquiera en mis manos y la sombra de una mujer empuñando un arma con el ocaso de un atardecer neoyorquino de fondo, mientras el escudo del departamento de policía de la ciudad se desvanecía en degradé, me permitió identificar los inequívocos vestigios del típico best-seller americano que habita de forma nativa en los aeropuertos de todo Estados Unidos. Sin saberlo, acababa de descubrir un pedacito de la prolífica obra de aquel famoso, aunque inexistente, escritor.
Y es que Richard Castle es un personaje de ficción, interpretado por el actor Nathan Fillion para la serie que lleva su apellido. Éxito de audiencia hace varios años en la noche de los jueves en España, y todavía transmitida por algún canal de pago en Colombia, “Castle” nos cuenta la historia de un escritor de thrillers que ayuda a un grupo de detectives a resolver crímenes por todo Manhattan. Producto de esta poco ortodoxa residencia literaria, Castle se inspira en la aguerrida capitana del equipo, Kate Beckett, para dar vida al personaje de Nikki Heat, la protagonista de sus prolíficas novelas.
La recepción del público fue tan positiva que sus creadores decidieron subir las apuestas al siguiente nivel con una jugada arriesgada y audaz: Sacar los libros de Richard Castle de la pantalla y llevarlos a las estanterías en un inédito experimento que demostró ser un bombazo editorial. Así, varios títulos de su decálogo, todos nombrados con divertidos juegos de palabras con “calor” (por Heat), consiguieron instalarse durante varias semanas en la prestigiosa lista de los más vendidos del New York Times, disputándose la cima mano a mano contra titanes de las ventas como “Inferno” de Dan Brown, “Perdida” de Gillian Flynn, “La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire” de Stieg Larsson o “Y las Montañas Hablaron” de Khaled Housseini.
Aunque nunca ganará un Pulitzer, salvo por Jameson Rook, el alter ego de Richard Castle en sus propios libros, quien ya acumula dos, la saga de novelas de Nikki Heat es un caso único de lo que podríamos llamar ficción literaria al cuadrado. Un fenómeno en el cual un personaje inventado traído a la vida por la imaginación de un autor es, a su vez, el autor cuya imaginación trae a la vida a otro personaje inventado para luego fundir los linderos entre la ficción y la realidad con la intención de materializar su producción literaria en nuestro mundo físico.
En un mundo donde los libros son irremediablemente arrastrados por la fuerza centrípeta de la televisión, es bastante gratificante ver un producto diferente que vaya a contracorriente de esta dinámica. Y con la buena salud de la obra de Richard Castle, la resistencia está garantizada.