¿Financiación y dinámica política? | El Nuevo Siglo
Sábado, 1 de Abril de 2017

La cuestión de la corrupción que se puso en forma tan evidente con lo de Oderbrecht, no ha sido tema de comentarios en esta columna pues se ha considerado redundante y repetitivo. Entre otras razones porque no se quiere ser una especie de onda reproductora de malas noticias.  Siempre ha sido motivo de queja de los comentaristas, que las malas noticias abundan y por lo cual ni es necesario repetirlas ni convertirse en caja de resonancia de las mismas. Lo cierto es que si el señor Norberto Oderbrecht no hubiera quedado detenido en los Estados Unidos y no hubiera comenzado a cantar, no nos hubiéramos enterado de todo el entramado que su empresa armó en América Latina a base de comprar funcionarios que tuvieran alguna capacidad decisoria en la adjudicación o determinación de los contratistas de obras públicas.

Es de suponer que para hacerse acreedor a todos los beneficios que la ley norteamericana concede a quienes cooperan con ella, mejor dicho para decirlo en términos vernáculos, quien se convierte en “sapo” y sus “saperías” son comprobadas y eficaces, obtiene beneficios legales a su favor. De no haber existido esta circunstancia hoy estaría el país inocente de la cantidad de dinero que fue repartido para obtener los beneficios de las adjudicaciones de contratos que por su cuantía permiten comprar funcionarios y gastar en aportes sumas bastante generosas.  Tan buenos serían los contratos que les permitía hacer regalos de diferente índole  a diestra y siniestra.

La compra por vías bastante irregulares de adjudicaciones de obras no ha sido la única manera de la cual hicieron uso de los dineros que recibían los de Odebrecht, teóricamente en forma limpia. También distribuyeron sus fondos en “inversiones”  a largo plazo. Estas se concretaron en realizar aportes a campañas políticas de las cuales esperaban compensaciones en el futuro o sencillamente con ánimo idealista y altruista, para ayudar al triunfo de quien podría interpretar su manera de pensar. No de otra forma se explican los aportes, regalos, financiaciones o como quieran llamarse.

Lo cierto es que todo lo que se ha venido destapando nos ha traído a la memoria el caso de Fernando Botero que oficiaba en la dirección de la campaña de Samper; no reparó en medios para conseguir aportes, lo cual le trajo sinsabores cuando se dedicó a montar a caballo en los cuarteles de Usaquén, sino también  la finalización de sus prometedoras actividades en el campo de la política. Algo del mismo estilo les está sucediendo a quienes no tuvieron la presencia de ánimo para cumplir debidamente con sus tareas dentro de las campañas políticas que estaban a cargo de estos menesteres. 

No parece que sea pertinente culpar a los candidatos de estimular la financiación oscura que consiguieron sus ayudantes. Sería muy injusto, pero el afán de figurar como ejecutores pudo más que consideraciones de ética política, conceptos estos que unidos parecen incompatibles. Pero como dicen quienes se ocupan de ayudar a financiar las campañas,  la política, mejor dicho su ejercicio, es dinámico.  ¿Cómo terminará este embrollo para quienes en forma tan dedicada sirvieron a los candidatos?