El fracking es una técnica de explotación de petróleo que consiste en hacer perforaciones en los llamados yacimientos no convencionales a profundidades de cientos y hasta miles de metros por debajo de las aguas subterráneas y, mediante la inyección de agua, fracturar las arenas y materiales que cubren el petróleo o gas para extraerlo. Esas son las zonas donde hay mayor cantidad de hidrocarburos.
La técnica de fracturación se utiliza normalmente en la explotación de petróleo en los yacimientos convencionales. Las aguas inyectadas se recuperan por los mismos tubos por donde se inyectaron, se tratan y son reutilizadas en nuevas inyecciones. No contaminan.
La técnica del fracking le permitió a los Estados Unidos pasar de 5 millones de barriles diarios a 12 millones, eliminar la dependencia que tenía del petróleo del Medio Oriente y, en materia de gas, sustituir el carbón de las termoeléctricas, en perjuicio nuestro porque las exportaciones de carbón que iban a Estados Unidos y a Europa -en este último caso por razones ambientales- están afectadas. Hoy hay más de 140.000 pozos de fracking en los Estados Unidos. Se produce un aumento en los microsismos, pero que se sepa no se ha caído ni siquiera un poste de luz.
Colombia está actualmente en una situación precaria: tenemos reservas de petróleo para un poco más de seis años y en el 2024 tendremos que importar gas, aún si las exploraciones en el Caribe son positivas pues su explotación no estará lista antes de esa fecha. Pero hay que recordar que, hoy por hoy, el país tiene una dependencia enorme de las explotaciones minero energéticas. El año pasado registramos un déficit en comercio internacional de USD 10.7 mil millones, cifras jamás alcanzadas anteriormente. Del valor de las exportaciones -USD 39.500 millones- un 55.7%, es decir, USD 22 mil millones, correspondieron a industrias extractivas, principalmente petróleo y carbón.
Ecopetrol, sin contar otras compañías petroleras, proveyó al estado de 26.3 billones de pesos entre dividendos, regalías e impuestos. La dependencia, pues, del sector es dramática.
Entretanto, y sin ayuda de los ambientalistas, las perspectivas son difíciles, aunque no insuperables. El valor del barril Brent, de referencia para Colombia, ha bajado, en buena parte, pero no exclusivamente por cuenta del coronavirus, a USD 45.58 el viernes pasado, perdiendo en un solo día 8.82%, 24.33% en un año. Afortunadamente, el punto de equilibrio para Ecopetrol está en USD 30 cuando en la época de Santos estaba en USD 63. Sin los minero energéticos el país estaría en quiebra.
En el mundo se están consumiendo 2 millones de barriles menos y las perspectivas no son buenas. Para el 2050 la gran mayoría del petróleo que se utiliza en motores de combustión habrá sido sustituida por energía eléctrica proveniente de fuentes renovables -eólica, solar e hidráulica. Y se nos va haciendo tarde para prever qué vamos a hacer.
Los autodenominados “ambientalistas” no saben esto, o si lo saben no lo entienden o si lo entienden, peor aún, lo ocultan. Si no sacamos todo el petróleo de aquí al 2050, nos vamos a quedar con él. Pero los pretendidos “ambientalistas”, que también se oponen a Hidroituango, no quieren que se hagan los pilotos ordenados por la Corte -parlamento o constitucional que legisla con el pretexto de defender los derechos humanos-.
Amenazar, por otro lado, con un paro nacional -que fracasará como los de la Fecode- es creer que se puede sustituir al Gobierno legítimamente elegido por los colombianos. No lo lograrán ni con encapuchados, ni con vándalos, ni con botellas de ácido y papas bombas.
Hay que hacer pronto los pilotos.