“No basta con escribir. Hay qué hacer pensar. Eso es lo que hace, con claridad, Mons. Libardo Ramírez, en sus escritos, y, ahora, en el que ha titulado ‘Hacia efectiva Superación de Conflictos Humanos’”. Así, tan generosamente, inició el prólogo de esas mis recientes reflexiones históricas, un excelente analista colombiano. He pensado que esas expresiones se aplican, sí, plenamente, a los escritos de nuestro hermano el Papa Francisco, en especial en la nueva encíclica “Fratelli Tutti”, de la que comencé a destacar sus constructivas ideas, en columna precedente.
Después de habernos deleitado con el contenido introductorio de los 8 primeros numerales de la Encíclica, debemos acercarnos, con el Pontífice, al contenido amargo de su Capítulo I sobre “sombras de un mundo cerrado”, que presenta tantas sombras que rodean a la humanidad, para invitar a afrontar con esperanza su superación efectiva, disfrutar el “ser todos hermanos”, y vivir con los semejantes como “compañeros de viaje” (n. 54). Enseguida, en el Cap. II, pasamos a disfrutar la alegría de hacer que no sea “camino extraño” el trazado por Jesús en la “Parábola del buen samaritano”.
Vienen, los seis siguientes capítulos, cuyo solo enunciado nos da el jugoso contenido de concretas recomendaciones para convertir en feliz realidad que los humanos seamos “todos hermanos”. He aquí sus comprometedores enunciados: “Pensar y gestar un mundo abierto”; “Un corazón abierto al mundo entero”; “La mejor política” (“amor que integra y reúne”); “Dialogo y amistad social”; “Caminos de reencuentro”; “Las Religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”. Esos títulos son, todos, para una magnifica plataforma de sabio contenido, que pasada a la práctica, nos llevaría al gozo de la enunciada “fraternidad”.
En medio de tantas ricas enseñanza cabe destacar dos de ellas. El inicio del Cap. III (n.87) es lapidario: “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud, si no es en la entrega sincera a los demás”. Fundamental, a la vez lo expresado (n.91) cuando indica que los valores morales, todos, recibe su dinamismo en la caridad proclamada por Jesús como distintivo del cristiano (Jn. 17,21), y, S. Pablo, en su gran a la caridad (I Cor. 13).
Se ha destacado el contenido social de esta Encíclica por sus duras criticas iniciales a fallas como: “el descarte de personas” (n.18); “la cultura de muros”, en la que tantos se encierran (n.27); el desastre del Covid-19 como un despertar del mal a una conciencia de “ser una comunidad que navega en la misma barca” (n.32); “los fenómenos migratorios, inhumanamente atendidos” (n.n. 39-40); los visibles fracasos de grandes proyectos de unificaciones continentales, por el culto que se ha tenido a un Socialismo desbordados, o al Liberalismo Económico, que encierran en forma suicida a los pueblos. Esas las principales denuncias en esos numerales iniciales, que hasta causan desazón, pero mencionados porque es preciso combatirlos con el tejido de la fraternidad, que señala el Papa en toda la Encíclica con los puntos básicos que apenas vamos destacando. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón
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