Al finalizar, el Papa, el Cap. VI de la Exhortación, en donde trata “Perspectivas Pastorales”, se refiere al “acompañamiento después de rupturas y divorcio”. Complementa el tema haciendo llamado a poner máximo cuidado a la atención a los hijos, ”los más frágiles” en los fracasos matrimoniales, y reclama de las comunidades tender la mano, dentro de las normas de la Iglesia, a los esposos en dificultad. Reafirma que “el divorcio es un mal”, ante el cual a esos hermanos, víctimas de él, hay qué atender pastoralmente para ayudarles a sortear las dificultades y sanar sus heridas (n. 246).
Culmina este Capitulo VI con llamados a prestar servicios pastorales en “situaciones complejas”, como matrimonios de parejas de diversas confesión religiosa, para los cuales hay precisas determinaciones canónicas, con gran benignidad (nn. 247-252). Sobre el inevitable caso de la presencia de la muerte en los hogares, reclama delicado acercamiento de la Madre Iglesia, con llamado a seguir en unidad espiritual con los que han partido al más allá, en oración y en empeño de los sobrevivientes de encauzar, debidamente, la existencia en la tierra (nn. 253-258)
El Cap. VII de la Exhortación, lo dedica, el Papa, al trascendental tema de “Fortalecer la Educación de los hijos” (nn. 259-290). Pero, por estar muy conectado con las dificultades que trae la separación de los padres, con el tema de la labor pastoral con las parejas casadas por lo católico que se han separado, iniciado el final del Capítulo anterior, creo conveniente dejar este capitulo para más adelante, y pasar a precisar lo expuesto por el Pontífice en el Cap. VIII, dedicado en su totalidad al tema: “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad” (nn. 291 a 312).
Motiva al Papa escribir esas páginas del Cap. VIII el hecho de que “los Padres Sinodales han expresado que, aunque la Iglesia entiende que toda ruptura del vínculo matrimonial va contra la voluntad de Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos hijos” Agrega: “Iluminada (la Iglesia) por la mirada de Jesucristo mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas” (n. 291).
De esa manera, entra, el Papa, con la Iglesia, a asumir el deber de acompañar, con atención y “cuidado, a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nueva confianza y esperanza”. Esta tarea, dice: “se asemeja a hospital de campaña” (n. 291). Reafirma la grandeza del matrimonio cristiano, que se da entre un varón y una mujer que se donan recíprocamente en un amor exclusivo, en libre fidelidad, consagrados por el Sacramento que les confiere la gracia para convertirse en Iglesia doméstica”.
Hecha la sustentación de la grandeza del significado del Matrimonio cristiano, entra, el Papa, a referirse a “otras formas que contradicen radicalmente ese ideal”, pero que tienen elementos contradictorios, ante lo cual la Iglesia debe realizar la “gradualidad pastoral” (nn. 293-295), de la que ya había hablado el Papa Juan Pablo II, en la Exhortación “Familiaris Consortio” (n. 34). Entre esas formas en las que pueden estar católicos, se les debe dar “radical atención”, en forma “misericordiosa” y “alentadora”, que puede llevarlos hacia el Sacramento del Matrimonio. Están, allí, los que optan por simple convivencia o por matrimonio civil, a lo cual llegan por prejuicios contra el vínculo sacramental, o por eludir compromiso estable, o por costumbre generalizada, en ciertas regiones, por situaciones económicas, y sociales (n.294)
Pasa, enseguida, a llamar la atención sobre el “discernimiento de situaciones llamadas irregulares, a las que dedica cinco numerales del 296 al 301 (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón
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