La directora - gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en magnifica entrevista que concedió al País de Madrid el pasado 15 de junio, sintetizaba de la siguiente manera la receta del Fondo a los países atrapados por la grave recesión, apenas comparable a la registrada en los años treinta del siglo pasado: “Es lo que le estamos diciendo a los gobiernos: gasten tanto como puedan pero guarden los recibos”, dijo.
Esto no es sorprendente. Lo que es sorpresivo es que lo diga el mismísimo FMI guardián tradicional de la ortodoxia fiscal y monetaria. “Gasten cuanto puedan” es una expresión que aconseja un endeudamiento público rápido y cuantioso para financiar programas contra cíclicos orientados contrarrestar la caída violenta del PIB y la disparada del desempleo que, sin excepción, se observa en todos los países.
Y lo de “guardar los recibos” se refiere a la necesidad de llevar una buena contabilidad de las ayudas que otorguen los gobiernos. Pues en épocas de crisis no faltan avivatos que buscan sacar provecho del sin número de ayudas y subsidios que, angustiados, entregan los gobiernos a menudo sin suficiente cuidado.
Lo de “guardar los recibos” se traduce ahora en dispositivos que establecieron los miembros de la comisión de la regla fiscal para que en el intervalo en que no habrá vigencia del déficit fiscal autorizado, la misma comisión se constituye en un ente veedor de la prudencia fiscal; y en el presupuesto nacional se introducen normas para asegurar que así sea.
La suspensión hasta el 2022 de la regla fiscal que se acordó el lunes de esta semana encaja perfectamente dentro de la receta del FMI. Continuar con lo que se traía no tenía sentido. Como una masa de plastilina se había venido ampliando el déficit fiscal máximo permitido. Primero fue el 2,2% del PIB, luego el 4,9%, enseguida el 6,1%. Cada 15 días se estaba corriendo la cerca del límite de la talanquera de contención al endeudamiento tolerada por la regla fiscal. Hasta el punto que estaba empezando a carecer de sentido. Ya nadie la estaba mirando como un ancla, que es lo que se supone que debe ser una regla fiscal. Estuvo pues bien que se hubiera liberado hasta que pase la emergencia.
En adelante los límites del endeudamiento público los señalará la prudencia gubernamental y el mercado (el de multilaterales y de los bonos públicos), que serán los encargados de señalar las talanqueras del endeudamiento en el futuro. Lo que se adivina con esta medida de liberación es que la magnitud de la crisis y de las necesidades del gasto contra cíclico son mucho más profundas de lo que se había percibido en un comienzo.
Todo va a depender ahora de la velocidad de la recuperación de la economía y del empleo. Si el desconfinamiento funciona bien, si no hay recaídas de la pandemia y si hay disciplina social, los síntomas de la recuperación deben empezarse a ver en el segundo semestre del 2020. Será una recuperación tipo “V”.
Pero si la soltada de amarras de la economía no funciona bien, si hay indisciplina social, o si se presentan nuevos brotes de la pandemia que requieran confinamientos adicionales, la recuperación de la economía y del empleo se irá hasta el 2021, y tomará la forma de “W”.
Quizás por ello, quienes recomendaron la suspensión de la regla fiscal, la extendieron prudentemente hasta el 2021.