GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILIBERT V. | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Agosto de 2011

La imagen del hombre público


“Se debe más que a su familia, al entorno donde actúa”


NO  sé como iniciar esta nota, pues es difícil encarar un tema que involucra una muestra muy representativa del país y temo, sin ser esa mi intención, herir susceptibilidades, pues solamente me induce llamar la atención sobre un argumento bastante polémico en diferentes círculos de nuestra sociedad.


Luchamos a lo largo de la vida por realizar un objetivo o cristalizar un sueño, nos hacemos un proyecto de vida y con la ayuda de familiares, allegados o amigos, vamos labrando un camino hacia esa meta. Los que la logran con esfuerzos personales disfrutan de las miles hijas de su éxito, enfrentan los problemas propios del momento y defienden la posición e imagen conquistadas con todas las fuerzas del alma; aquellos que la alcanzaron sin mucho empuje y por azares de la vida, de golpe no valoran la dimensión de lo ganado, y lógico, nunca aprecian los dones obtenidos, ni batallan ante la posibilidad de perderlos, permitiendo que fuerzas extrañas empañen ese fruto no estimado. Son variados los escenarios propios de estas posibilidades, por ejemplo, en lo político, las artes, la literatura, el deporte, la religión, las armas, los negocios, la economía, en fin, existen muchas disciplinas donde se puede descollar, corriendo el riesgo de convertirse en iconos o ejemplos a seguir. Estos seres van creando, acompañada de su profesionalismo, una marca propia, asociada a elementos, algunos de forma otros de fondo, que se relacionan mutuamente para identificar la impronta de que hablamos, que no sobra decir -nunca es gratis y tiene un elevado costo- los modales, la formas de vestir, las expresiones utilizadas tanto en privado como en público, su comportamiento social, continuando con actitudes de más cuidado representadas en la honestidad, la confianza de quienes lo rodean, el cumplimiento de la palabra, su concepto sobre valores morales, su comportamiento comercial, la coherencia entre lo que se dice, se hace y se piensa, hacen parte de esa marca.


Pero lo más importante es tener conciencia de la responsabilidad que genera este tipo de posiciones frente a la comunidad, lo cual tiene resonancia incluso en el autoestima, porque, quiéranlo o no, el hombre público se debe más que a su familia, lo que es bastante, al entorno donde actúa, y el hecho de ser blanco permanente de miradas acompañadas del escrutinio público, obliga a observar ciertos comportamientos acordes con las responsabilidades adquiridas ante la sociedad. De lo anterior deducimos que los seres llamados por la Providencia a desempeñar roles donde se pasa de lo privado a lo público, adquieren obligaciones de dimensiones insospechadas, pues de su imagen se nutren jóvenes soñando con emularlos y ante la caída del ídolo y su marca personal, deshonrando el buen ejemplo, se resiente la juventud y la misma sociedad.