La avalancha que azotó a Mocoa, dadas sus características y el número de víctimas, golpeó todo el país que quedó asombrado, no sólo por la cantidad de heridos y damnificados, sino por las imágenes entregadas en los medios de comunicación que daban una real dimensión sobre la magnitud del alud y la tragedia que vivieron los habitantes de esa ciudad.
Pero no obstante el dolor, la amargura y desconcierto, el país en bloque respondió al llamado de las autoridades y el Señor Presidente, como mandan los cánones, se puso al frente de la situación iniciando con orden y cordura el direccionamiento de las ayudas y controlando su recolección y entrega. Eso fue muy importante y oportuno, pues tenemos experiencia frustrantes de cara a estos temas. Pero para mayor acierto, nombró al hoy Ministro de la Defensa, Luis Carlos Villegas, como gerente y líder del proceso que llevara a la recuperación de la ciudad. No pretendo hacer un realce del Dr. Villegas, aun conociendo su trayectoria, como hombre adecuado para manejar estas lides. Bástenos decir que fue atinado el primer mandatario al escoger una persona como su ministro, para depositarle tamaña responsabilidad, que sabemos de antemano tendrá excelentes resultados.
Villegas no necesita asesoría ni orientaciones, sabe el cúmulo de trabajo que lo espera. Tomemos unos ejemplos para orientarnos en el proyecto. Lo primero es asegurar la tranquilidad y el orden en la ciudad; para ello se debe contar con efectivos de la fuerza pública en cantidad apropiada y correcta, evitando esfuerzos innecesarios. La figura del apoyo militar a las fuerzas de policía, en estos casos, es prioritaria y por la urgencia de complementarse en dos tareas diferentes: control de área (ejercito) y seguridad urbana (policía).
Lo segundo, garantizar el abastecimiento, la llegada de recursos en muy importante para la tranquilidad y sosiego de las comunidades afectadas. Sobra repetir que la distribución estará controlada de principio a fin. En cuanto a lo tercero, ya son los trabajos que fijara la planeación establecida por el gerente, como el inventario de los perjudicados y víctimas, que debe adelantarse lo más pronto posible, mostrando mucha exigencia en la fidelidad de los datos, para evitar personas inescrupulosas que intentan colarse en el censo. Urge saber dónde se encuentran en la actualidad y donde al momento de la tragedia; al igual que identificarlos plenamente para saber cuántos son, dato bien complicado de alcanzar pero no imposible de aproximar con el apoyo de las familias inmersas en el problema. También hay que determinar el lugar que utilizaron en tiempos pretéritos y llegar a conocer el nivel de afectación. Sólo con toda esta información se sabrá el nivel de ayuda para cada quien.
Como vemos hay gerente pero necesita de una comunidad comprometida en la misión, transparente en la información y segura del éxito.