GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Octubre de 2013

Somos tan Eugenios

 

A veces los colombianos parecemos concebidos por un Ionesco criollo, mezcla de calambres, exilios  y delirios.

Dudo que alguien en su sano juicio hubiera pensado que Angelino escribiría un libro; y -todavía más increíble- que existiera alguien capaz de comprarlo y, peor aún, de leerlo.

Ni qué decir del titular “Bogotá quiere ser la ciudad más innovadora del mundo”; quien se atreva a pensarlo no ha transitado por el 80% de la malla vial de la capital, no ha sacado un celular en un Transmilenio, ni ha oído hablar a Petro en los últimos 35 años. La nota del 7 de octubre hacía referencia al desarrollo de las Tecnologías de  Información y  Comunicación (TIC) y la frase textual decía: “Bogotá no tiene mar, no tiene río, y tiene una industria convencional golpeada por el TLC; por eso tiene en las TIC una oportunidad enorme”. Eso no es sofisma ni  falacia; pero tiene la misma lógica de ‘Llueve en Paris; entonces, tengo hambre’.

Otro sainete del absurdo fue el protagonizado por el presidente Santos, tratando de explicar la bonificación de los 8 millones para los senadores; y aún más deprimente, que -a renglón seguido de la zanahoria presidencial- los congresistas vertiginosamente hubieran aprobado 30 artículos de una reforma que antes no habían volteado a mirar. De este Pavlov siglo XXI estamos sacando amargas conclusiones.

La tragicomedia nacional tiene también un Procurador del Opus Dei, que cuando no está quemando libros, está en campaña. Una espantosa paramilitar llamada Sor Teresa, testaferro y criminal enemiga de la restitución de tierras. Un Pachito chiquito, con aspiraciones de niño grande, que no ha entendido que calladito luce mejor. Su primo Presidente se enfurrusca si la gente va a Cuba sin su permiso; y cuando un hombre bueno sobrevive a un secuestro, de premio  lo manda de embajador ¡a Venezuela!

En Colombia, ser vivo es hacerse el muerto, para que a uno no lo maten de verdad. Muchos gobernantes son elegidos no por lo que son, sino porque no son lo que son los otros: a Santos lo eligieron por Uribe, y porque ¡Mockus es atroz!; a Angelino, porque era la antípoda de Santos; a Petro, porque se pensó que el antipático era Peñalosa. Muchas de las ministras que nadie recuerda, llegaron a ese cargo, por el fantástico mérito de no ser hombres.

Y así, entre contradicciones, violencias y naufragios, diez minutos de cualquier noticiero, serían suficientes para sumir en la esquizofrenia a un país decente.

Pero a nosotros no; aquí nos inventamos las Convivir para conmorir en sus garras, y con más facilidad rescatamos del olvido un marcador de fútbol, que un Mapiripán.

Deambulamos por el carnaval de la amnesia, con las máscaras que cuelgan de la estantería de la realidad. Mucho esfuerzo, pero nuestra ecología sigue llena de campesinos sin tierra, tumbas comunales y amapolas venenosas; llena del absurdo cotidiano; de ése que -a diferencia del de Ionesco- pareciera no tener libreto ni telón. Y somos tan Eugenios, (Eugenio significa bien-nacido) que cuando uno cierra los ojos, no siente hambre ni sangre, sino el silencioso ruido que hacen las mariposas amarillas, al volar.

ariasgloria@hotmail.com