GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Diciembre de 2011

La pena de muerte

En  esta tierra colombiana, donde se lucha porque el respeto a la vida impere sobre quienes han hecho de la muerte ajena casi un deseo expreso o tácito, se acaba de celebrar, al igual que en otras 1.500 ciudades, un día dedicado a buscar -a través de todas las fuerzas de opinión- que se llegue en el mundo a la abolición de la pena de muerte.

En efecto ya desde algo más de una década la Comunidad de San Egidio se ha apersonado de esta campaña. En Roma cada 30 de noviembre se ilumina en la noche el Coliseo Romano como símbolo del triunfo de la vida.

Por primera vez en Bogotá, bajo el auspicio de la Alcaldía Mayor y en el ámbito académico de la Universidad Javeriana y con un público por demás lleno de interés, se cumplió con este acto a favor de la vida.

Ese mismo día en la audiencia pontificia ordinaria de los miércoles, donde todos -cristianos o no de buena voluntad- están invitados, tanto que cualquiera puede decir sin mentir que ha sido invitado a una conversación con el Santo Padre, el Papa habló decididamente sobre la necesidad de dar el paso para la abolición total en el mundo de la pena de muerte, sobre la dignidad de la vida en un mundo que debe acostumbrarse a que por encima de las razones de Estado están las razones de humanidad.

Este país en guerra necesitaba que este aire fresco de opción por la vida lo recorriera, que hubiera gentes que fueran capaces de condenar la muerte venga de donde viniere y de censurar constructivamente a quienes, desde la intolerancia o una defectuosa concepción del ser humano, se manifiestan -aún ahora en el siglo XXI- a favor de las muertes ajenas.

Sin duda alguna este país, en donde la muerte cabalga a diario en la voluntad de los guerrilleros, de los paramilitares, de las ‘bacrim’, de las autodefensas, del narcoterrorismo, de los grupos de limpieza social o de quienes equivocadamente usan las armas de la seguridad pública para perseguir otros intereses extraviados del pensamiento constitucional y de los valores cristianos, necesitaba de esta convocación y de esta pausa.

Ricardo Canelli tuvo el acierto de convocar, y de seguro que ya ha puesto un cimiento fundante, para el evento del próximo año. Se trata de cooperar en un ascenso del sentido de humanidad.

Pena capital, ejecuciones extrajudiciales, asesinato de rehenes inocentes, abortos, eutanasia, denegación del sistema de salud y tantas otras causales de la muerte de “prójimos” que debieran haber tenido la oportunidad de vivir y recrear alegrías son momentos de la muerte que estamos llamados a superar.

Cada una de esas formas del morir ha de golpearnos en la conciencia. Una cosa es cierta: si se está a favor de la vida se está en contra de todas las muertes y de todos los ejecutores de ellas.

guilloescobar@yahoo.com