Al terminar cada año se hacen balances e inventarios, se formulan propósitos y se expresan deseos. También se incursiona en el terreno de los pronósticos y las anticipaciones, algunos más esotéricos que otros. Proliferan, por estos días, las retrospectivas, las listas de lo más destacado y lo más lamentable, las prospectivas y las advertencias premonitorias. A este ejercicio no son ajenos quienes se dedican al análisis de la política internacional -aunque es bien sabido que en ese oficio es mejor no hacer de tarotista-. Resulta difícil resistir esa tentación, incluso para los expertos de los centros de pensamiento más destacados o para los editores de las más influyentes publicaciones en el campo de las Relaciones Internacionales.
Desde el Council on Foreign Relations (CFR) de los Estados Unidos, por ejemplo, sugieren seguir con especial atención algunos de los procesos electorales que se llevarán a cabo en distintos países el año próximo. Habrá elecciones presidenciales en la República de China (Taiwán), y una vez más la cuestión principal del debate será la relación con la República Popular China, en momentos en los que Taiwán ha perdido uno tras otro el reconocimiento de varias naciones por cuenta de la “diplomacia de la infraestructura” y del músculo financiero de Beijing, y en los que se vive una latente tensión a través del estrecho que separa ambas repúblicas chinas -cuya reunificación es, para la China continental, “una tarea histórica” para cuyo cumplimiento se reserva el derecho a disponer “de todos los medios necesarios”-. También habrá comicios en Israel, en los que se definirá la suerte política de Netanyahu, quien, no obstante la mala racha que atraviesa, acaba de anotarse una victoria en las primarias de su partido. Se supone que en Hong Kong se elegirá la mitad de los miembros del Consejo Legislativo, pero…
Con impeachment de por medio, en noviembre habrá elecciones generales en Estados Unidos (y quién sabe si, además, una sorpresa en octubre). Y aunque no esté en la lista del CFR, el 26 de abril los chilenos serán consultados sobre la suerte de su Constitución, lo cual podría abrir la caja de Pandora de un nuevo proceso constituyente, una de las secuelas más importantes de la tremenda agitación experimentada en ese país durante el año que acaba, y que resulta a todas luces prematuro dar por concluida.
Por su parte, la revista Foreign Policy pone el foco en 10 conflictos que, como espejos, reflejan algunas de las tendencias geopolíticas actuales más importantes, como consecuencia de los cambios que se están produciendo en la configuración del sistema internacional -eso que el profesor Zaki Laïdi llamó clarividentemente “el relajamiento del orden mundial”-. Acaso el más representativo de todos sea el conflicto en Siria: un verdadero “microcosmos” de todas esas tendencias, a juicio de Robert Malley, autor del artículo, y quien por esa misma razón -su carácter casi paradigmático- lo excluye del elaborado inventario en que aparecen Afganistán (la guerra interminable); Yemen (campo de juego de príncipes árabes y ayatolas iraníes); Etiopía (no obstante el Nobel de Paz otorgado este año a su Primer Ministro); Burkina Faso (por cuenta del islamismo radical militante); Libia (donde emiratíes, rusos, africanos y turcos pescan en el río revuelto que dejó el colapso del régimen de Gadafi); Estados Unidos-Irán-Israel y los Estados del Golfo Pérsico (de la importancia de la cuestión dan cuenta sus protagonistas); Corea del Norte (que sigue tan campante); Cachemira (donde Modi viene aplicando su agenda indonacionalista con todo vigor); Venezuela (cuyo futuro es un enigma dentro de una incógnita); y Ucrania (donde más explícitamente miden sus fuerzas el “antiguo Occidente” y la Rusia de Putin).
Habrá que ver qué pasa con todo esto en 2020. Y habrá que estar también preparados -si eso es acaso posible- para lo que ahora mismo parece impensable, para el cisne negro o el factor X que, de vez en cuando, aparecen en la política internacional y trastocan todo, incluso el desorden.
#Propósito2020. Recuperar la literatura colombiana del siglo XIX, tan injustamente relegada e ignorada -con una que otra excepción-, alguna ciertamente dudosa. Ahí está, por ejemplo, “Una holandesa en América”, de Soledad Acosta de Samper. Que no pase con la literatura colombiana lo que ya pasó con la historia… el olvido.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales