De repente en Bogotá
“Muy grato estar en ‘Las Flores’ y haber conocido a Alfin”
BOGOTÁ, miércoles 3 de agosto, 5 de la tarde, 18 con 7ª. Iba con un amigo, rumbo a Las Flores, bebedero y tertuliadero de periodistas, escritores y abogados, cuando, de pronto, como una imagen del siglo XVIII, apareció un tipo arreando tres burros cargados con sacos y canecas. Me detuve, curioso y asombrado. Pensé de inmediato en José Asunción Silva, para quien el hecho y visión debieron ser comunes y corrientes en su época. Mi amigo sonrió, considerando el asunto intrascendente. Para mí no lo era, pues nunca imaginé que en pleno centro de la metrópoli bogotana pudiera darse, a estas alturas, algo tan pastoril y costumbrista, más afincado con las crónicas campesinas que con la modernidad rugiente de motores.
Después, comentando el suceso en Las Flores, Ismael Gañizo, el dueño, español santanderino, fumador de “Brevas”, especie de cigarros muy aromantes, me dijo que los burros pasaban siempre todas las tardes por ahí a la misma hora. O sea que ya todos los vecinos o viandantes estaban acostumbrados a la que yo consideré imagen de un pasado perdido e irrecuperable. Menos mal que, por un instante, evoqué a Silva viendo lo mismo en sus tiempos de sombras largas y negocios fallidos con final de pistoletazo.
En Las Flores conocí a dos personajes de este diario, de los cuales ya tenía buenas noticias leídas: Hipólito Hincapié y Álvaro Montoya, Alfin, buenos consumidores de guaro y grandes amigos del alma, pese a que el primero es simpatizante y defensor de Uribe y el segundo antiuribista confeso, vastamente autoprocesado en sus ácidas y punzantes caricaturas. Hipólito dijo que Álvaro odiaba a su tocayo y éste replicó que no lo odiaba. Yo tercié a su favor, aclarando que yo tampoco odiaba al personaje como ser humano sino todo el mal que le había hecho y le hacía al país con sus malas compañías y su temperamento alebrestado y antidemocrático.
Hablamos de Álvaro Gómez, a quien yo admiraba profundamente y hubiera querido conocer, no obstante mi filiación liberal, de Osuna, Vladdo y Jaime Mejía Duque, mi amigo y paisano, quien, siendo de estirpe socialista, gozó del apoyo y patrocinio del sacrificado líder político.
Además de aguardienteros, fumadores irredentos, los amigos picateclas salían a cada rato a contaminar los pulmones afuera y volvían a “retomar” su homenaje a Baco. En plena tertulia, José Martínez Sánchez, a quien no le conocía ningún tipo de habilidades gráficas, le hizo una espléndida caricatura a Alfin, y éste, a su vez, otra al suscrito. Bastante buena y graciosa, por cierto.
Fue muy grato estar en Las Flores y, sobre todo, haber conocido, al fin, a Alfin.
Twitter: @hergamex