La verdad no es fácil escribir esta columna, sobre todo porque no deja uno de sorprenderse frente a ciertos sucesos y escenarios, que asombran por la falta de lógica, prudencia y oportunidad. El hecho de que la familia hubiera decidido trasladar los restos del extinto guerrillero conocido como el “Mono Jojoy”, a un cementerio de la capital, no debió ser pretexto para rendir homenaje por parte de sus familiares y antiguos compañeros de guerrillerada, porque este tipo de actos tiene repercusiones insospechables en diferentes espacios de la vida nacional.
Si miramos las condiciones en las que murió el conocido guerrillero en la operación “Sodoma” encuadrada en el Plan de Guerra Espada de Honor, el 22 de Septiembre de 2010, realizada luego de un exhaustivo trabajo de inteligencia adelantado por la fuerza pública, donde unidades especiales del Ejército y la Infantería de Marina, movilizadas en helicópteros, penetraron la inhóspita selva de la Macarena y una vez en tierra, debieron enfrentar varios choques armados con el grupo de seguridad que custodiaba al conocido guerrillero, logrando los efectivos militares ubicar la guarida dónde se encontraba el cuerpo sin vida del mencionado miembro de las Fuerzas Revolucionarias Colombianas, Farc, y varios hombres de su cinturón de seguridad. Encontramos que su deceso se dio en medio de la lucha armada contra el estamento y es el resultado de una vida dedicada al crimen, dejando a su paso una serie de víctimas de toda índole, en su mayoría ajenas al conflicto armado desarrollado por ese grupo subversivo, convirtiéndose por ello en enemigo del gobierno y el país, que lo reclamaba para responder por diferentes cargos ante la justicia.
Recordado sus antecedentes, vida y muerte, entenderemos que un homenaje en estas circunstancias no deja de ser una afrenta a las víctimas del mencionado proscrito. Nunca debió darse este vergonzoso acto, pues es la manifestación menos adecuada, especialmente si estamos en el periodo del perdón, es grotesco aplaudir delitos, genocidios, masacres, secuestros, terrorismo y demás actos contra los derechos humanos cometidos por el “Mono Jojoy”, cruzando la etapa de reconciliación. A los organizadores del evento les faltó tacto, respeto y prudencia. Nada gana el movimiento político que invitó al ignominioso homenaje y menos los desmovilizaos con estas manifestaciones, que parecen más demostraciones de soberbia que testimonios de arrepentimiento y vergüenza. ¿Qué dirán las víctimas? ¿Qué dirá la historia? Pareciera que los ex guerrilleros se vanagloriaran de los comentarios criminales de “Jojoy”. Que su familia lo llore es cosa aparte y respetamos ese dolor, pero tratar de enaltecer una persona cuya crónica está salpicada de sangre y dolor, con un recorrido plagado de víctimas, es execrable. Que buen juicio en los medios de comunicación por su prudencia frente al tema.