Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Marzo de 2015

Decir No

Más de veinte condenas penales en diversos casos relacionados con funcionarios y funciones del doble período presidencial de quien presumía de haber sido el presidente más popular del último siglo, han instalado en la historia a ese gobierno como el probablemente más corrupto de todos los siglos, no solo del último.

Todos esos funcionarios, caídos en desgracias políticas, penales y personales, considerados individualmente son, según versiones de sus cercanos, o, mejor, eran, gentes decentes, inteligentes, trabajadoras y hasta donde se sabía honestas. De verdad “buenos muchachos”, como diría quien sigue siendo el jefe de algunos.

Trayectorias académicas respetables. Carreras militares y administrativas meritorias. O vidas públicas reconocidas y encomiables, han quedado truncas por el simple hecho de no saber decir: No.

Vaya uno a saber cuál es la razón evolutiva o sociológica o sicológica que ha convertido a Colombia en un país de lambones, donde se premia la obsecuencia y se castiga la independencia, sobre todo en el servicio público. A quéhoras y mediante quéaparatos ideológicos del Estado, como diría Louis Althusser, las familias y el sistema educativo nacional convinieron en producir generaciones de borregos cuya mayor aspiración es congraciarse con sus amos de turno.

Cómo se explica, por ejemplo, que un piloto de Avianca en Nueva York haya preferido matarse y matar a sus pasajeros antes de llevarle la contraria al controlador aéreo que no le autorizaba el aterrizaje por no saber que el avión estaba corto de combustible. O por quéextrañas razones, un oficial de la República decide traicionar su honor y su uniforme para  filtrarle datos de seguridad nacional a aquel del que nunca supo dejar de ser subordinado.

Oficiales subalternos que no son capaces de negarse a cumplir órdenes manifiestamente inconstitucionales e ilegales, de esas que no están amparadas por la obediencia debida, terminan condenados a más de 40 años, solo por no haber sido capaces de pronunciar un "No" en un momento determinado.

Si a esa natural obsecuencia nacional se le suma un mandatario con ínfulas de iluminado, maneras de capataz y lenguaje de gamonal, el resultado es verdaderamente explosivo. Lo dramático es que la explosión es de procesos penales y disciplinarios que llevan a los seguidores de esos mesías a dar con sus huesos -que no huesitos- en las cárceles nacionales.

Con el cuento del "servicio a la Patria" muchas gentes aparentemente buenas terminaron enredadas en promesas de tierra prometida que al final si la hubo y debidamente escriturada pero en zonas que, francamente, solo disfrutarán los herederos del mesías. Su doctrina es bastante clara: su reino no es de este mundo.  Y su explicación más sencilla aún: para los pobres  el reino de los cielos. Para los hijos y allegados del mesías, las riquezas de la Tierra.

 

Ah, hay algo más que le dejan a sus obsecuentes seguidores, las cárceles nacionales o el exilio internacional, donde seguirán repitiendo como posesos el libreto de su mesías. Son perseguidos e incomprendidos de una Justicia que es la única que, según ellos, no quiere ver el vestido del Emperador.   

@Quinternatte