Estando celebrando el “Mes de las Misiones”, pienso de interés dedicar tres de mis columnas a tema tan importante para todos los cristianos. Estamos grandemente preocupados por la pandemia que azota al mundo y a Colombia, buscamos como conseguir de Dios la liberación de ese mal, y acudimos a la oración, pero, para implorar la misericordia divina, hemos de ofrecerle fidelidad a sus mandatos y difusión del mensaje cristiano para que vivido por más y más gentes se atraiga de su bondad el final de este terrible flagelo.
Dos despedidas hizo Jesús: “Todo está consumado”, en el Calvario (Jn. 19,30); e “Id y enseñad”, el día de Ascensión al cielo (Mt. 28,19). Había constatado cumplida su misión en su vida mortal en la tierra según las Escrituras (Jn. 19,38), como el hecho de su sed que menciona el mismo testigo presencial. Una vez resucitado, según viene la segunda despedida en la que les pidió a sus discípulos que llevaran su mensaje al mundo entero señalando que a ellos correspondía esa misión. Les pidió, Jesús que regresaran a Jerusalén, y que allí recibirían al Espíritu Santo (Lc.24, 49). Que así iluminados y fortalecidos y les asegura que Él los acompañará hasta el fin de los siglos (Mt. 28,20 Mc. 16,20).
Habiéndoles cumplido Jesús, el día de Pentecostés, con el envío del Espíritu Santo (Hech. 2,1-4), estando ellos congregados en el piso superior de una casa, con “María la madre de Jesús”, perseverando en la oración (Hech. 1,14), sucede la trasformación de los que antes se encerraban, por miedo a “los Judíos” (Jn. 20, 19), y salen ahora a hablar en lugar abierto a todo el pueblo. Obra Dios, además, el nuevo milagro de que siendo su discurso ante millares de peregrinos venidos a la Fiesta, de distintas naciones y lenguas, los oían cada cual en la propia. Se fueron, luego, los Apóstoles, asistidos desde el cielo, por las diversas regiones del mundo. Como Jesús vivió en Galilea la mayor parte de su vida, S. Pedro en predicación en Cesárea, dijo con expresión muy sencilla, refiriéndose a la difusión del Evangelio: “la cosa comenzó en Galilea” (Hech. 10,37). Efectivamente Jesús predica especialmente en esa parte Norte de Palestina (Mt. 28,10), pero la conclusión definitiva de su misión en la tierra, y el envío final, se dieron en Jerusalén, la Ciudad Santa para el pueblo Judío, dignificada por varios años de ser capital con el reinado de Israel, con el Rey de hechos más trascendentales para él como fue David, de cuya descendencia nació el Salvador, por lo que a Jesús lo proclamaron como máximo título: “Hijo de David”. Desde allí se inició la difusión del cristianismo, con misión destacada en Samaria, pues la violenta persecución a los cristianos en Jerusalén había hecho que muchos de ellos se refugiaran en esa región central (Hech. 8, 14-17). En Jerusalén se realizaría el primer Concilio de la Iglesia, con participación de buena parte de los doces Apóstoles y del gran convertido y “Apóstol de las gentes”, S. Pablo en donde en amplio dialogo, y con asistencia del Espíritu Santo, resolvieron cuestiones para evitar predicaciones opuestas (Hech. 15) (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón
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