Incendio en la montaña | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Febrero de 2024

Empezó como una hilacha de humo, luego las llamas arreciaron y empezaron a verse a lo lejos. Era de no creerlo. Tan solo unos días atrás había subido a la quebrada La Vieja y ahora mi montaña estaba en peligro. Al rato aparecieron otras columnas de humo en el mismo sector y, unos días después, los incendios empezaron a consumir el cerro El Cable y el parque Entrenubes.

Así como el fuego se extendió por los cerros, una bruma de tristeza fue envolviendo a todo el mundo en la ciudad. Vi cómo personas desconocidas se consolaban mutuamente en las calles, mientras comentaban lo que estaba ocurriendo. Vi llorar a un señor mayor, de unos ochenta años, y no pude dejar de pensar cuánto de él y de sus recuerdos se estaría quemando allá arriba; entonces fui yo la que no pudo contener las lágrimas. Estas montañas son todo para nosotros, pensé, la vida misma; y esta es una manera dolorosa de recordarnos su importancia.

Al hacer balance de la emergencia, el alcalde reportó 136 incendios durante el mes de enero en los cerros y en otros puntos de Bogotá. Más sorprendente aún, contó que muchos de estos fuegos habían sido provocados, con o sin intención de hacer daño. Además del talante criminal de algunos, lo que expresa este hecho es qué tan peligrosa puede ser la inconsciencia y qué poco efectivos han resultado los mensajes sobre los efectos del fenómeno de El Niño.

Aun así, este episodio confirmó, una vez más, la increíble capacidad que tiene esta ciudad de responder a la contingencia. Cerca de 1.500 hombres y mujeres del cuerpo de bomberos, de la defensa civil, de las fuerzas militares, del Acueducto, de la CAR y de otros organismos de socorro trabajaron sin parar, día y noche. Mientras tanto, surgieron de manera espontánea bellos gestos de solidaridad; gente que instaló bebederos de agua para los animales, voluntarios que se sumaron al rescate de los perros cuyo refugio había quedado atrapado entre el incendio y personas que se volcaron en masa a ofrecer su ayuda.

Fue tal la respuesta de los ciudadanos ante la emergencia, que la alcaldía tuvo que publicar un comunicado agradeciendo el gesto y aclarando que no era posible involucrar voluntarios en la contención de los incendios, pues esta labor implicaba la acción de personal cualificado. Entonces, la gente su fue a hacer donaciones a la Cruz Roja para apoyar el proceso de restauración forestal. Ciertamente, esta ciudad es mucho mejor de lo que ella misma reconoce ser.

Cuando todo parecía empeorar, apareció una nube y luego otra; y unas cuantas gotas empezaron a caer, hasta que la noticia de la lluvia se regó por la ciudad. Qué alivio. Esta fue solo una muestra de lo que puede suceder cuando cambie el clima, suficiente para recordarnos qué tanto dependemos de nosotros mismos, del agua y de las otras formas de vida. Ojalá ese momento nos encuentre aún más solidarios y, sobre todo, mucho más conscientes. Gracias, Bogotá.

@tatianaduplat