Inicia el 2022 con muchos sueños y expectativas por parte de los colombianos. Es un año eminentemente electoral donde además de terminar el mandato del Presidente Duque se han de elegir en marzo los nuevos senadores de la República y los representantes a la Cámara, elecciones donde aspiramos que todos los colombianos votemos, y que lo hagamos a consciencia por los mejores, aprovechando este escenario para dar un castigo a los corruptos y abusadores del poder, que tanto mal han creado y hecho al país. Son los mayores responsables de nuestros males y destructores de los valores éticos y principios morales.
Por otra parte, en mayo se dará la primera vuelta para elegir Presidente y Vicepresidente de la República y, si en esta oportunidad ninguno de los candidatos logra sacar más del 50% de los sufragios electorales, es probable que tengamos que ir a una segunda vuelta que se realizaría en el mes de junio. Este último escenario es el más probable, pues no hay ningún candidato que haya demostrado respaldo suficiente para ganar en primera vuelta, lo que nos pone frente a la incertidumbre de quienes serán los llamados a esta segunda vuelta, donde lo que actualmente indican las encuestas, tenemos solamente como probable al candidato de la izquierda. Este hecho se ha convertido en nueva fuente de incertidumbres, pues no es claro que algún candidato de centro o de la derecha tenga garantizada su posición en la segunda vuelta, lo que están causando nerviosismo en algunos dirigentes empresariales y en general la ciudadanía.
A todo este escenario de incertidumbre política se suma la espantosa inseguridad que está presente en el país y que genera mucha más zozobra. Los datos, conocidos por distintas fuentes, reflejan el incremento en el robo de vehículos tanto particulares como de servicio público, residencias, oficinas y restaurantes; el aumento de los atracos en las calles o incluso en establecimientos públicos donde en muchos casos los delincuentes matan o hieren a los ciudadanos antes de robarlos, son realmente alarmantes y muy preocupantes.
Los responsables de las administraciones deben pasar de las declaraciones y las palabras que se las lleva el viento a tomar las medidas necesarias para superar una situación tan desestabilizadora. Si no se actúa con la rapidez que debemos exigir serán muy graves las consecuencias. Y en esta materia no necesitamos más de personas que como la Alcaldesa de Bogotá que en lugar de gobernar y controlar la inseguridad casi total que se vive en la capital del país está es enviando mensajes, interviniendo abiertamente en política.
A esta receta toxica de incertidumbres debemos adicionar la pandemia del covid-19 que ha resurgido con una nueva variante que, al parecer, si bien es mucho menos agresiva que la inicial, está registrando muchos contagios y muertes. La mayoría de las nuevas víctimas son personas que no se habían vacunado y, en el caso de Cali hay mayor alarma, pues además de ser la región de mayores nuevos contagios, tenemos que de cada 10 personas que entran a cuidados en las clínicas 6 de ellas están muriendo. Incluso se ha llegado a pensar que se puede tratar de otra variante. La pandemia que vivimos ha llevado a que decrezca la clase media y aumente la pobreza y si bien veíamos con ilusión que la economía está reactivándose de manera acelerada, estas nuevas noticias generan sin lugar a dudas más incertidumbres.
Finalmente, y como si lo anterior fuera poco, debemos agregar los escándalos recientes de corrupción y abuso de poder, que en momentos de gran dificultad se convierten en una grave afectación a la institucionalidad y a la confianza ciudadana.
Debemos actuar con urgencia en todos estos frentes, pues si no se gestionan y resuelven de manera simultánea y con contundencia, estaremos pasando de la incertidumbre a la desesperación con el grave riesgo de desestabilización que dicha situación pudiese generar.