Indicios del mundo futuro | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Marzo de 2020

“Habrá quien sepa leerlos.  Y habrá, también, analfabetos”

Últimamente se oye decir, por todos lados, que cuando pase la tempestad que la pandemia global ha desatado sobre el mundo, este será uno muy distinto y muchas cosas ya no serán como antes.

A quienes eso dicen, quizá, les sobra razón.  Los cataclismos -y no cabe duda de que el Covid 19 lo es- tienen el potencial de trastocar el curso de la historia.  A lo largo de los siglos, las catástrofes naturales, las hambrunas, y, por supuesto, las pandemias, han definido la suerte de pueblos e imperios.  Fue el hambre la que empujó a los hunos hacia Europa.  Una plaga -probablemente la fiebre tifoidea- decidió el resultado de la Guerra del Peloponeso.  Se ha escrito mucho -e incluso vociferado- sobre el papel que jugaron las enfermedades (“los gérmenes”, diría Jared Diamond) en la conquista de América.  Y en el siglo XVI, la “peste italiana” echó por tierra las aspiraciones geopolíticas de Venecia, allanando el camino para el ascenso de las Provincias Unidas primero, y de Inglaterra después.  La evidencia que ofrece el pasado es, como casi siempre, incontestable.

Pero las previsiones de los analistas políticos son muchas veces tan exactas como un mono lanzando dardos a una diana.  Aunque quizá sea cierto, también, que un mono pulsando al azar un teclado, durante un tiempo infinito, podría acabar escribiendo el Quijote.

En todo caso, y aunque tal vez sea demasiado temprano para ver las cosas con claridad suficiente, hay ya algunos indicios que anticipan las grandes discusiones de las que podría depender el talante del mundo futuro: el mundo que se configure con lo que quede después de la pandemia.

En el terreno geopolítico se siente ya el movimiento de las placas tectónicas sobre las cuales está construido el orden internacional.  Esas placas han venido desplazándose hace varios años, pero la energía sísmica desatada por la pandemia podría estarlas impulsando en una dirección definitiva.  Un Occidente errático y ensimismado -a ambos lados del Atlántico- es contemplado con curiosidad felina por China y Rusia, que acaso se aprestan para participar en el reparto de los despojos del mundo tal como se ha conocido hasta ahora.

En materia política, el Covid 19 es una prueba de fuego, tanto para los regímenes autoritarios (en algún momento se dijo que sería el Chernóbil del Partido Comunista Chino) como para los regímenes democráticos.  Y, entre unos y otros, para los populismos que ahora usufructúan el poder y para aquellos que intentarán medrar en medio de la desazón y el remezón económico que se avizora inexorable.  Nadie sabe, sin embargo, cuál vaya a ser el desenlace.  Y es posible que este dependa más de cualquier otra cosa, incluso del azar, que de la naturaleza de los regímenes políticos o el talante de los líderes.

Y a propósito de líderes, son muchos los que ya emplean la metáfora de la guerra para delinear ante sus sociedades el horizonte que les espera, en el corto y el mediano plazo.  Si la metáfora resulta verosímil, esta guerra demandará un esfuerzo económico total -na economía de guerra-, y dejará toda suerte de víctimas y escombros.  En ese sentido, la posguerra abrirá también una gran discusión sobre la reconstrucción: de los sistemas de previsión social, de los servicios sanitarios, del sistema económico.  Y por enésima vez, una gran discusión sobre la relación entre el Estado y la economía, y sobre las formas más eficaces que puede adoptar la política pública para atender a los más vulnerables, considerando incluso alternativas como el establecimiento de un ingreso básico universal.

Es necesario ir sopesando todos estos indicios.  El mundo futuro tendrá el aspecto que le den quienes mejor sepan leerlos.  Y entre quienes tendrán que tomar las decisiones, habrá sin duda también analfabetos.

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A propósito de la pandemia… “El considerar una enfermedad como un castigo es la más vieja idea que se tiene de la causa de una enfermedad, y es una idea que se opone a todo el cuidado que merece un enfermo, ese cuidado digno del noble nombre de medicina”  (Susan Sontag, El Sida y sus metáforas).