Un 26 de julio de 1822, los más grandes libertadores de América, Simón Bolívar y José de San Martín, se reunieron en Guayaquil con el objeto de resolver muchos problemas que afectaban a los pueblos recientemente liberados, preconizado de esta manera su unidad indestructible. Por esta razón, en esta fecha se celebra el Día de la Fraternidad Americana.
Estas dos figuras señeras de la historia, distintas en sus individualidades, semejantes en los sagrados intereses de la libertad americana, son las raíces de la fraternidad continental. Ambos partidarios de la independencia absoluta, conocedores de las intrigas y secretos monárquicos por haber estudiado y vivido en España. Ambos vinculados con los movimientos de la revolución clandestina, aunque no juntos. Dos excelsas figuras que coincidieron en sus metas de combates: Bolívar desde las aguas del Caribe hasta el Perú; San Martín desde las provincias del sur también hasta el Perú. Por ello, San Martín, tan pronto llegó al Perú comunicó el acontecimiento a Bolívar y éste le contesto en 1821: “Este momento lo había deseado toda mi vida y sólo el abrazar a V.E y el de reunir nuestras banderas, puede serme más satisfactorio... Me hallo en marcha para ir a cumplir mis ofertas de reunir el imperio de los Incas, al imperio de la Libertad”.
Dos grandes que amaron a América según estudio de Paulina Espinosa de López. Dos grandes preocupados de la educación. El argentino José de San Martín manifiesta que “la ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace feliz a los pueblos”. Bolívar añadía: “La educación popular debe ser el cuidado primordial del Congreso. Moral y luces son los polos de la República y nuestras primeras necesidades”. Dos grandes libertadores conocedores de las corrientes filosóficas de ese tiempo. Dos estudiosos del espíritu de sus pueblos. Dos almas adornadas de ética, generosidad y sentido humano. Bolívar tenía el convencimiento de que la felicidad “consistía en la práctica de las virtudes”. San Martín decía que “era preciso humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos”.
El argentino llegó a mandar provisiones cuando el ejército realista estaba enfermo y hambriento. Al igual que Sucre siempre instó a sus enemigos para la capitulación anhelando evitar derramamientos de sangre. Bolívar, cierto que tuvo actos humanitarios sorprendentes, pero a veces, debido a su temperamento exaltado, era duro en los combates. En el Perú no procuró capitulaciones, sabía que con los realistas no se podía ser indulgentes, además sus soldados pensaban en forma diferente a los soldados chilenos y argentinos.
El pensador Martí decía de Bolívar: “hombre fue aquel en realidad extraordinario. Vivió como entre llamas, y lo era”; San Martín, “hablaba poco, parecía de acero; miraba como un águila...”. Dos libertadores semejantes en el destino de América. Diferentes por el medio y las circunstancias donde actuaron. Sin embargo, llenos de esa mística que las épocas exigen para engrandecer a los pueblos. Ellos son los héroes de la unidad hispanoamericana.