Jaime Alberto Arrubla Paucar | El Nuevo Siglo
Jueves, 19 de Marzo de 2015

UN ANTIOQUEÑO UNIVERSAL

Nicanor Restrepo Santamaría

Falleció  en Medellín el  pasado fin de semana, Nicanor Restrepo Santamaría. Tal como era de esperarse, murió como vivió, con  dignidad y con grandeza, con el humor a flor de piel hasta en los últimos momentos. Nos dio a quienes fuimos sus amigos por tantos años, una última lección de vida, la de cómo afrontar el momento final, la partida.

Para quienes trabajamos con él en su corta función pública, era imposible no quedar impactados por esa personalidad arrolladora, de un hombre culto, de gran sentido social, comprometido con el país y con su región. Un líder nato, sus subalternos lo admirábamos, por su gran sentido humano. Cumplir con el trabajo era un afán de lealtad con el amigo, no una  reacción de temor o de obediencia hacia un superior. Como Gobernador de Antioquia nos enseñó el compromiso que había que tener con lo público, que no era posible apartarnos de la política para una cabal comprensión de los deberes con el país y con la sociedad. La pequeña historia de su paso por la Gobernación quedó escrita en letras de molde, como modelo que debe seguirse para el manejo de los asuntos públicos. 

Fue un antioqueño universal, le quedaba pequeño el mundo para esa genial inteligencia que lo acompañaba. Literato a morir, sensible a las humanidades, a la historia, a la filosofía. Con un genial sentido del humor. El mejor contertulio que se podía encontrar.

Como amigo, un ser generoso, afable, comprensivo. No había instante, suceso agradable o calamitoso, donde no acompañara a su amigos. Era como una sombra que aparecía en el  momento oportuno y justo, pero siempre aparecía,  para apoyar, compartir, reír o llorar.

Lo despedimos, ya no se encuentra físicamente entre nosotros; la percepción que se siente, es que el mundo ya no es el mismo, ni  el país, ni la ciudad. Su partida lo invade  todo. La rutina cotidiana continúa, pero sin esa energía arrolladora que se sentía de saberlo presente, y aunque solo se manifestaba esporádicamente,   infundía tranquilidad a la existencia.  

Un hombre grande pierde el país que estuvo llamado a destinos mayores, pero no lo sedujo el poder político. Alguna vez por mi conducto se le ofrecía el Ministerio de la Defensa, a lo que contestó, que su tarea  era buscar la paz y no la guerra.  Un convencido de la necesidad de encontrar la reconciliación entre los colombianos.  

Fue un hombre con dignidad, por encima de las muchas dignidades que tuvo;   con honor, más allá de los honores muy merecidos que recibió, pero sobre todo un amigo especial, de aquellos que no vamos a poder olvidar.