Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Julio de 2015

 

“Ansiedad, desasosiego ante alud de noticias”

IMPACTO EMOCIONAL

Proceso de paz y estrés

 

USTED,  amable lector, además de problemas personales, familiares, laborales, de dinero, ¿no ha pensado que en Colombia sufrimos de estrés crónico relacionado con el proceso de paz? Durante lustros convivimos con el conflicto pero me refiero a las prolongadas conversaciones en La Habana,  al impacto emocional, a  la alarma, a la ansiedad, al desasosiego, a la preocupación colectiva e individual, ante el alud de noticias del amanecer a la noche provenientes de los diálogos, las cuales merman energía, tocan el hipotálamo, envuelven en nerviosismo, configuran cuadro clínico de estrés crónico. Este golpea, para citar solo un caso, a árabes e Israelíes por la larga crisis en el Medio Oriente.  

Estrés (del griego strugere) significa apretar y apretados estamos quienes deambulamos por las ciudades y los campos e insistimos en reflexionar respecto del proceso de paz en los trancones de tráfico en Bogotá. Apretados continuamos cuando escuchamos intervenciones del Presidente de la República, del Procurador General de la Nación, del Fiscal, de expertos,  defensores y críticos de propuestas que se esfuman. Nos impactan   editoriales, comentarios de prensa, debates en radio y televisión, comunicados de la guerrilla, de Organizaciones No Gubernamentales, de generales, de congresistas, de empresarios. Poco entendemos de la integración de una comisión de la verdad. Aprieta  la opinión de la Iglesia y de consejeros de otras latitudes. Captamos, eso sí, el deseo de concretar el acuerdo de paz. Aumenta el estrés vinculado al posconflicto, a su financiación, a la reinserción, a la reubicación, a la indemnización de las víctimas. Oímos sonido de armas y de bombas, pese al cese unilateral declarado por la guerrilla y cuesta trabajo pensar que el bilateral llegará  dentro de los próximos cuatro meses según lo expuesto por el primer mandatario de la Nación, Juan Manuel Santos, a quien admiro su tenacidad en la defensa del proceso de paz.

Lo anterior resume el estrés crónico. Todavía hay esperanza en salir del túnel bloqueado. Ejerzo el derecho de opinión para pedir el ajuste en el tiempo. Si  los diálogos prosiguen sin acuerdo ¿cómo manejamos el estrés? Algunas encuestas señalan que somos felices a pesar de la guerra interna. Dudo de ellas al observar el rostro de mis compatriotas, con independencia de clases, edad o sexo, sus manifestaciones frente a la violencia. Queremos un país más próspero e igualitario donde la concordia impere y haya cambio social merced a un liderazgo pacífico, democrático, no anárquico, alejado del clientelismo, una  patria donde todos quepamos sin vivir con los nervios de punta. A propósito, ¿no sufren  de estrés crónico también los voceros y guerrilleros de las Farc? El estrés nacional debe considerarse en la mesa de La Habana.