Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Marzo de 2015

La fusta de Hitler

 

Con cuidadoso diseño de Ediciones B, en forma novelada, entra en circulación el libro La fusta de Hitler, del cual soy autor, que contiene dramáticos episodios de la vida del Führer, del  régimen nazi,  de la segunda Guerra Mundial, del holocausto. El sadismo sobrepasó lo erótico para constituirse en teoría de Estado.  La fusta aparece por todas partes.

Los látigos de Hitler, los cortos que metía en los bolsillos de su pantalón cuando vendía dibujos, los de orador principiante en mítines de taberna, los del subversivo que fracasó en el golpe de Munich, los del adorador de la raza aria, los del azote de los judíos, los del nacionalismo contra el comunismo, los del admirador de la música de Richard Wagner, los del organizador de multitudinarios encuentros, los del mal estratega militar que, sin embargo, obtuvo victorias con el factor sorpresa, los del analista de inejecutables proyectos de remodelación de ciudades, los del actor con el libreto de siempre, están en el libro.

La fusta jugó en las relaciones con su sobrina Geli Raubal, quien se suicidó con su pistola el primero de noviembre de1933, en el vínculo con Eva Braun, en los encuentros con Unite Valquiria Mitford -la inglesa-, con Rene Mueller, con Zusi Liptawer y con otras más.

Para muestra un botón: en la Cancillería del Reich, previa instrucción de que lo esperara, la conocida actriz Rene Mueller, al término de una fiesta, oyó a Hitler pidiendo que se desnudara, Mientras él rápidamente se despojaba de su ropa. El encuentro no se realizó como la diva suponía porque el jefe solicitó, cuando se arrodilló y luego al acostarse en el piso, que lo golpeara con sus botas, lo cual hizo hasta que el Führer dijo no sentirse satisfecho - la tunda carecía de contundencia-, para finalmente vestirse y retirarse. La Mueller se suicidó lanzándose días después desde un undécimo piso.  Contó  lo acontecido. No era profesional del látigo.

Impresiona el relato de Albert Von Bellow, quien recuerda el último concierto de la Filarmónica de Berlín, el 12 de abril de 1945, a horas del suicidio de Hitler: “Me senté con Albert Speer y el almirante Doenitz.

Escuché el concierto para violín de Beethoven y la sinfonía de Bruckner ¿No es irrepetible un momento así? Después, los tres caminamos en silencio y atravesamos la Postdamer Plate, destruida, de regreso a la Cancillería del Reich. Esa noche  levantaron, por unas horas, el racionamiento de electricidad para que los berlineses vieran el edificio iluminado. Quienes no asistieron dejaron de recibir el regalo para los espectadores al salir del evento: cápsulas de cianuro. Las cestas con el veneno las llevaban niños de las juventudes hitlerianas”.

Lean La fusta de Hitler, sádico en público, masoquista en privado.  En librerías desde la primera semana de marzo de 2015.