JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 27 de Septiembre de 2012

Exigir sin lágrima

 

Millones  de personas piensan con el mejor deseo, a pocos días de iniciarse el proceso de paz. Sin embargo, predomina la cautela para no desgastar opiniones optimistas que en cualquier momento pueden derrumbar el castillo de ilusiones. 

Es amplio el margen de los escépticos, quienes apoyan su criterio en las experiencias pasadas.

El nuevo capítulo hay que asumirlo con la realidad de hoy y no del pasado. Hay retos con los cuales se podrá medir la calidad del diálogo que se reflejará en la forma como la sociedad civil lo recibirá.

De esta manera se impone un estricto manejo en los pronunciamientos oficiales, sin caer en la emoción, en cuanto a ideas, propuestas, diferencias, coincidencias y  decisiones, sobre lo tratado al final de cada jornada.

Una sola mecánica de comunicación respaldará la seriedad de las conversaciones en las que se espera, reúnan los criterios expresados en los dos lados. Será sano hacer una balanza pública.

Este encuentro alrededor de uno de los conflictos más antiguos en el mundo, no permite de momento, hacer suposiciones. 

La sociedad civil no puede esperar entendimiento en cada uno de los aspectos tratados a medida que avance el dialogo. Si o los encuentra, tampoco puede anticiparse a concluir que va mal. Ni triunfalismo, ni derrotismo.

Lo mejor será que de manera directa, se diga, en qué puntos hay entendimiento y se sustenten  cada una de las cartas sobre la mesa.

Es costumbre muy colombiana, que lo comentado como un acercamiento, con aparente entendimiento, se propague a las volandas como un hecho cumplido. De interés prioritario, lo que se espera es equilibrio con absoluta claridad.

El Gobierno con mensaje concreto y, la guerrilla, ojalá sin su vieja retórica Grecoquimbaya, como se denominaron las peroratas políticas, a los gritos, en la década de los años 50.

No hay que esperar la paz con cartilla de promesas, ni comités que nunca funcionan y, dejan solo manuales para las bibliotecas del olvido.

Con su experiencia, Naciones Unidas ha ofrecido colaboración para ayudar a construir, a su tiempo, la plataforma para desarrollar el posconflicto. Ese es su papel.

La Comisión Nacional de Paz, sin desconocer el dolor de las víctimas, tendrá que exigir sin lágrimas, con vehemencia y cabeza fría, la entrega de los secuestrados, civiles y militares que aún quedan y, de los niños en el conflicto. Y está por establecerse, si se está hablando con los verdaderos jefes de la guerrilla.